Juderías con lista de espera

Cáceres. El Fuero de 1229 otorga un trato bastante favorable a los judíos, que podían participar en el mercado o probar su inocencia jurando sobre la Torá en la sinagoga. Su presencia se puede rastrear en el barrio de San Antón, FOTO SERGIO GARCIA

Contra el olvido

Sobrevivieron al expolio y a la expulsión de sus vecinos hace más de 500 años y ahora asisten a un renacimiento. Veintiún ciudades engrosan ya una red para rescatar el legado sefaradí y ocho más llaman a la puerta.

Tarazona. Junto a las fronteras de Castilla y Navarra, la comunidad sefardí se convirtió en una de las más prósperas del país. Familias como los Portella dominaban el comercio de cereales
Tarazona. Junto a las fronteras de Castilla y Navarra, la comunidad sefardí se convirtió en una de las más prósperas del país. Familias como los Portella dominaban el comercio de cereales

Sefarad es ya el hogar de 15.000 judíos gracias a la Ley de Libertad Religiosa a la posibilidad de lograr la doble nacionalidad para todo aquel que acredite sus raíces. Esa tendencia, que ha cobrado fuerza en grandes capitales como Madrid, Barcelona y Málaga, y que protagonizan judíos de origen askenazi (centroeuropeos), apenas ha te-nido eco en el resto del país, donde su presencia es casi anecdótica. Tampoco en las juderías, ese refugio que sobrevivió al expolio generalizado de sus bienes y a la expulsión de sus habitantes, ordenada en 1492 por los Reyes Católicos después de siglos al amparo de la Corona.

Medio milenio de oscurantismo después, las cosas empiezan a cambiar y el interés por unos escenarios arrumbados crece lento pero seguro, corno testimonian decenas de localidades en este verano post-pandemia en el que los rigores de la crisis aconsejan los desplazamientos de radio corto. Un interés que lleva a muchos españoles a sumergirse en un universo desconocido, donde abundan cada vez más los descendientes de esos hebreos de origen sefardí desperdigados por el planeta en una segunda Diáspora, cautivados por los restos de un pasado lejano pero que siguen considerando suyo.

Las juderías son una suene de reservorio espiritual y el acervo cultural que atesoran las ha aupado al ‘top’ de los atractivos turísticos de un país que ofrece más que sol y playa. Un patrimonio de valor extraordinario que se exilen de desde Galicia (con juderías en Tui, Ribadavia o Monforte de Lemos) al Mediterráneo, con paradas en León, Toledo, Tudela, Calahorra, Córdoba, León, Lorca, Barcelona, Sagunto o Lucena, y que algunos ayuntamientos llevan años poniendo en valor. Veintiuno de ellos conforman en la actualidad la Red de Juderías de España, una entidad, explica su directora, Marta Puig, dedicada a “recuperar las raíces sefardíes, identificar el patrimonio hallado y formar a la ciudadanía”.

Según Marta Puig, “antes de su expulsión había en España entre 500 y 600 localidades con presencia judía, lo que supondría un 10% de la población”. Hablamos de barrios que forman parte del tejido urbano y que han sobrevivido, unos mejor y otros peor. al abandono. La conclusión es evidente. Ignoramos el valor de nuestro patrimonio. Y eso es así no sólo por la posición dominante de la Iglesia católica durante todo este tiempo, sino por la falta de judíos que ayudasen a reconstruir su historia”.

Rescatar el relato

La Red de Juderías, asegura Puig, no es ningún club selecto. Para acceder a ella basta con cumplir tres requisitos: justificación histórica acreditada, constancia de bienes materiales reales y visitables, y la capacidad organizativa para poder gestionar todo eso. ¿Y por qué no están todos los candidatos en es circuito? “El ingreso es siempre iniciativa voluntaria de los ayuntamientos y está sufragado por ellos, sin financiación privada ni religiosa. Es cada administración local la que contribuye desde sus propios presupuestos a preservar un legado que es parte de su patrimonio. Más allá de los elementos arquitectónicos, hay un relato que preservar y a ello contribuyen festivales de música como el Otoño Sefardi que organiza Córdoba en el Botánico, de teatro (Sagunt a Escena) o celebraciones como los Conversos de Hervás”.

En este contexto, el interés que despiertan las juderías ha ido a más. Según Puig, en la actualidad son ocho los municipios españoles que han iniciado contactos para incorporarse a la Red de Juderías. Hablamos de Málaga, Melilla, Brizuela, Berlanga de Duero, Valencia de Alcántara, Zamora y Onda. También de Vitoria, que lo intentó en 2018, pero donde la iniciativa no prosperó porque la planteó una asociación civil y no el pleno del Ayunta miento. “Una labor que no siempre resulta fácil, porque 500 años de abandono han hecho estragos y a veces los esfuerzos se centran en rescatar el relato. Lo exótico -recuerda- no es tanto lo lejano como lo desconocido, y eso puede estar debajo de tus pies».

El relato sefardí es un pandemonio donde se mezclan persecuciones, incendios, expolios y pogromos, linchamientos premeditados como los de 1391, que sacudieron toda España: siempre arrastrando el estigma de la muerte de Cristo, clichés cargados de inquina o siendo objeto de acusaciones como los libelos de sangre (alegatos antisemitas que les acusaban de matar a niños para usar su sangre en rituales religiosos). Víctimas propiciatorias de una época convulsa. “Donde había viviendas y templos que tenían algún tipo de vínculo con el judaísmo, quedaron proscritos o se les cambió el nombre”, dice Alejandra Abulafia, judía uruguaya afincada en España donde diseña rutas turísticas vinculadas al legado sefardí. Los ejemplos son numerosos, desde las sinagogas sobre las que se edificaron iglesias, ermitas y catedrales (todas menos la de Lorca, al abrigo de un castillo y que apareció en unas excavaciones) hasta platos de la gastronomía patria. Como el cocido, ha oído bien, que tiene su origen en la adafina y que los judíos conversos cocinaban con cerdo para alejar sospechas sobre su persona. “La presencia hebrea y la conciencia de esa huella quedó borrada”.

¿Significa esto que la cultura sefardí está muerta? “En absoluto, se ha mantenido todo este tiempo. pero fuera de nuestras fronteras”, apunta la responsable de Explore Sefarad. Le pondré un ejemplo muy cercano. Cuando mi madre vino a este país por primera vez no se quitaba de la cabeza a mi abuela Ester, que habla nacido en Turquía, pero hablaba ladino, siempre se refería a España como su patria perdida y que murió sin llegar a conocer. Ese sentimiento de pertenencia estaba muy presente en mi madre, para ella era algo así como saldar una cuenta que habían arrastrado muchas generaciones en mi familia”.

Y están luego los españoles, “herederos de una realidad que para muchos es desconocida, a menudo cargada de cliches que se han impuesto con el paso del tiempo, del judío prestamista y usurero. Es cierto que arquetipos así están hechos para provocar el rechazo, pero creo que la gente cada vez es más consciente de cómo eran las cosas, y la apertura de estas rutas por Sefarad ayuda a poner las cosas en perspectiva, a propiciar el acercamiento, a sentar las bases de una tolerancia que hay que rescatar”.

Por SERGIO GARCÍA
Fuente: El Correo 31.7.2022

 

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