Las persecuciones, procesos y autos de fe de la Inquisición limeña culminaron con la quema en la hoguera de veinticuatro judaizantes, ejecutados entre 1595 y 1639.
«Los primeros judíos condenados a la hoguera por la Inquisición de Lima fueron el portugués Jorge Núñez y los españoles Francisco Rodríguez y Pedro de Contreras (17-12-1595). En 1600, fueron condenados al quemadero los portugueses Baltasar de Lucena y Duarte Núñez de Cea, y en 1605 sus paisanos Duarte Enríquez, Diego López de Vargas y Gregorio Díaz Tavares.
En 1625, fueron quemados Manuel Tavares y Antonio de Vega, y dos más en huesos y estatuas: Manuel Núñez Magro de Almeida y Garcí Méndez de Dueñas. En 1639, once judaizantes merecieron igual condena: los españoles Antonio de Espinosa, Juan de Azevedo y Luis de Lima, el tucumano Francisco Maldonado da Silva y los españoles Diego López de Fonseca, Juan Rodríguez da Silva, Manuel Bautista Pérez, Rodrigo Vaez Pereira, Sebastián Duarte y Tomé Cuaresma; además, Manuel de Paz fue quemado en huesos y estatua.»
Esas acciones inquisitoriales lograron el efecto de aterrorizar a las familias de cristianos nuevos e impulsarlas a migrar hacia otras regiones del virreinato peruano y preferentemente hacia aquellas donde no existiesen tribunales de la Inquisición. Por suerte, el Perú era sumamente grande y aún quedaban grandes espacios territoriales en los que la Inquisición no estaba presente, por lo que prófugos o perseguidos de distinto signo («herejes», «judaizantes», «dogmatizadores», bígamos, etc) podían ocultarse con relativa facilidad, alejándose de los grandes centros urbanos y sobre todo mimetizándose para ocultar su verdadera identidad personal o grupal.
Fue así que los «cristianos nuevos» asentados en el Perú, migraron desde el centro del virreinato hacia las zonas exteriores, menos pobladas y controladas, y en particular hacia el sureño Chile y la norteña Audiencia de Quito. (Extraído del texto de la publicación)
inquisicion_y_diaspora_judia - los sefarditas de chimbo - Ecuador