El escritor cuellarano Gregorio González Olmos dibuja en su novela ganadora del premio Felipe Trigo el cambio en la vida de los judíos tras su expulsión en 1492
Gregorio González Olmos (Cuéllar 1967) es un amante de la novela histórica, aunque echa de menos historias que realmente le apasionen. Dedica la mayor parte de su lectura a los ensayos. Más de cuarenta han formado parte de la documentación consultada para su novela ‘Yucé El Sefardí’, ganadora de la 34ª edición del premio literario Felipe Trigo, en su modalidad de novela, dotado con 20.000 euros y convocado por el Ayuntamiento de Villanueva de la Serena (Badajoz). La obra ha sido prologada por el escritor José Jiménez Lozano, Premio Cervantes 2002. La idea de la novela, que cautivó al jurado presidido por Espido Freire, surge de la pasión del autor por la cultura sefardí y por «la obligación moral de poner en liza aquellas falsedades que nos han contado a lo largo de muchos años y acabar definitivamente con los mitos y los prejuicios que hemos tenido hacia los judíos», explica González Olmos.
Nacido en Cuéllar y afincado en Zamora, el autor regresa a su villa natal a través de su novela y de su personaje principal, Yucé Orabuena. La decisión de ambientar la novela en una pequeña villa, en vez de hacerlo en una ciudad, se debe, además de a la prolija documentación de la época que existe sobre Cuéllar, a una cuestión de localización mental. «Conocer las calles en las que nací me ha facilitado mucho escribir la novela. La calle San Pedro, por ejemplo, la imagino embarrada, con estiércol y piedras, pero con la misma pendiente de ahora, o la Serranilla, más angosta de lo que es hoy», indica . A través de la Cuéllar medieval, ha intentado despertar la vida de muchos judíos que poblaron las pequeñas aldeas y que han sido olvidados por la historia.
En Cuéllar conviven personajes imaginarios, como Yucé, el protagonista, o su padre, que el autor ha ido moldeando al gusto para acoplarlos a la historia, junto a otros reales, como Rabí Simuel, destacado médico de la época, o el rabino mayor de las aljamas, Abraham Seneor, que la serie de televisión ‘Isabel’ ha acercado al gran público.
Tampoco faltan Beltrán de la Cueva, Torquemada o los Reyes Católicos, que con la Ley de Apartamiento cambiaron para siempre el destino de Yucé y del resto de judíos de Castilla. «Para intentar darle cuerpo a la historia, he rodeado un personaje ficticio del mayor número de personas reales», como doña Menga o doña Mora, que figuran en la Colección Diplomática de Antonio Ubieto Arteta, una de las fuentes utilizadas en la investigación. «El personaje central es ficticio, pero está imbuido de realidad, no sólo por los personajes que le rodean, sino también por la vida misma que se narra en la novela», señala González Olmos.
A pesar de su amplio conocimiento sobre el mundo de Sefarad, el autor ha realizado un gran trabajo de documentación bebiendo de fuentes diversas, desde los archivos históricos hasta la Biblioteca Nacional. En lo que respecta a la documentación sobre Cuéllar, básicamente ha recogido información de Ubieto Arteta, aunque también consultó otras fuentes, como la ‘Historia de Cuéllar’ del padre Balbino Velasco. «Documentarse es una tarea muy laboriosa cuando se trata de ser escrupuloso con los datos, más aún con los ritos y con las costumbres judías, y con el uso de las palabras de la época que se cuenta». Muestra del gran trabajo de documentación es que el libro tiene más de 200 pies de página.
A pesar de todos los esfuerzos por ser riguroso, hay informaciones difíciles de concretar. «No existían los censos que existen ahora», explica el autor, por lo que algunos datos, como la población de Cuéllar, son un tanto confusos, conjeturas las más de las veces. Algunas de las fuentes consultadas por el escritor apuntan a que en la villa, en la época de los Reyes Católicos, podían convivir, en el mejor de los casos, en torno a 1.700 personas, una cifra considerable si se tiene en cuenta que Valladolid o Medina del Campo, algunas de las ciudades con mayor población de Castilla en aquella época, rondaban los 25.000 vecinos.
La villa y tierra de Cuéllar, además de sus personajes ilustres, como don Beltrán, tendría su importancia como centro mercantil por su privilegiada situación geográfica. Las estimaciones apuntan a la existencia de unos 300 judíos, lo que supondría cerca de un 20% de la población. Para González Olmos, la localidad no llegó a ser centro de influencia cultural judía, pero existieron personajes como el Rabino Simuel «sin duda un referente, no solo por su pericia médica, sino también por su reconocimiento como filósofo».
El autor imagina Cuéllar en el siglo XV con calles sucias, insalubres, estrechas. «El origen de Cuéllar está en la plaza de San Miguel y a partir de ahí se trazarían las calles radiales, cuyos principios estarían empedrados, pero imagino que el resto sería de canto y arena, que con las lluvias y las pendientes acabarían en barrizales. Había curtidurías, todo tipo de oficios relacionados con la lana, numerosas bodegas, tahonas, boticas, mesones… Imagino una población bastante arisca, gente recia, en la que destacaría un importante contingente de clérigos y religiosos. En Cuéllar somos muy castellanos», comenta riendo, a la vez que dibuja una localidad con 17 iglesias, dos monasterios y una intensa actividad comercial.
La vida del protagonista de la novela transcurre en ese ambiente, entre cristianos y judíos, descubriendo al lector la difícil vida de las aljamas, hasta que los judíos fueron expulsados en 1492. González Olmos recrea esos años situándose en un momento de la historia en el que el concepto de religión estaba muy arraigado en la vida social. «Los judíos eran señalados, humillados en muchos casos, obligados a llevar distintivos sobre ropa. Muchos se convirtieron para no pasar por esa agonía de estar señalados continuamente. Supongo un ambiente de absoluta opresión, de impotencia», apunta. Al escribir la novela ha intentado que el lector se involucre en el proceso mental.
Actualmente, más de 500 años después del decreto de expulsión de los judíos, se acaba de aprobar la Ley que reconoce la nacionalidad española a los descendientes de sefardíes que fueron expulsados, una actuación que el escritor aplaude, aunque no le parece una deuda histórica. «No podemos estar compadeciéndonos de lo que sucedió cinco siglos atrás. Era un mundo muy diferente, en el que existía un fuerte componente religioso, difícil de comprender», señala el escritor cuellarano, que recuerda que a los judíos de Castilla se les ofreció la oportunidad de la conversión. «Me parece fenomenal que los sefarditas busquen sus raíces, son gente muy emprendedora, muy honorable, y parte de su cultura se encuentra aquí, en nuestras calles».
Apenas un mes después de ser publicado por la Diputación de Badajoz, ‘Yucé El Sefardí’, va camino de agotar su primera edición. El autor espera una segunda, aunque aconseja, a quienes lo deseen, acudir a la biblioteca de Cuéllar, a la que ha hecho llegar desinteresadamente dos ejemplares para que todos los cuellaranos puedan leerlos o visitar el blog –www.yuceelsefardi.com–, donde se ofrecen detalles y se habla del premio Felipe Trigo. Confiesa que gracias a este galardón «creo otra vez en las personas, en la naturaleza humana, porque yo era de los vivía en la creencia de que los premios literarios estaban concedidos de antemano». El reconocimiento le ha supuesto un gran impulso para seguir escribiendo. De hecho, en la actualidad tiene abiertas varias novelas. Una de sus ideas es continuar el proyecto de ‘Yucé, el Sefardí para convertirlo en una trilogía, con distintos protagonistas, que vendrían a resumir la historia de la España de las tres culturas. De hecho, ya está escribiendo la segunda parte, que podría ver la luz a final de año.
Fuente: elnortedecastilla.es