Del recuerdo: “El tema busca al autor”

Seguimos rescatando viejos artículos publicados antes de la existencia de eSefarad que bien vale la pena recordar. En este caso, la nota del Diario La Nación de Buenos Aires a Matilde Bensignor en ocasión de publicar su libro «De miel y milagros».

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Domingo 27 de junio de 2004

“El tema busca al autor”

A boca de jarro… Matilde Bensignor

Por Luis Aubele para La Nación

«Yo caminaba por Toledo; por el barrio de la Santa Cruz, en Sevilla, o por la judería de Segovia, y sentía que eso no quedaba lejos de mi casa, de mis afectos, que no era una extranjera pese a que estaba en España y que España era Europa. Sólo cuando escribí el libro, todo ocupó su lugar y pude comprender», explica Matilde Bensignor, autora de De miel y milagros, un rescate de la cultura sefardí a través de reflexiones, poemas, recetas y vivencias.

Durante años, Bensignor trabajó como creativa publicitaria y directora de comerciales para televisión. En 1986, como asesora de comunicación del Centro Cultural Recoleta, incorporó un espacio abandonado, que bautizó Sala Cronopios, donde desarrolló la serie de muestras Nuevas Tendencias. En los años 90 se radicó en España y realizó, por encargo de la Fundación del Hombre, el Monumento al No Pabellón, que representó a América del Sur en la Expo Sevilla 92.

Con su libro De miel y milagros, va al rescate de la cultura sefardí. Foto: Silvana Colombo
Con su libro De miel y milagros, va al rescate de la cultura sefardí. Foto: Silvana Colombo

 «Hace dos años volví de España y no me sentía bien. Es que siempre necesito estar metida en un proyecto para poder vivir, y todo aquí era muy difícil. Un día, Viviana, una de mis hijas (tengo dos), me preguntó: ¿Mamá, por qué no escribís? Te gusta escribir.»

–¿Cuándo aparecen los sefardíes?

–Provengo de una familia sefardí respetuosa de las tradiciones, pero siempre pensé que tenía poco que ver con la tradición familiar. Creo que fue Picasso el que dijo: Yo no busco, encuentro, y hay quien dice que es el tema el que busca al autor. Lo acecha y un buen día, cuando está distraído, lo atrapa y no lo suelta hasta que termina la obra. Bueno, así me ocurrió. De pronto, me encontré interesada por mi pasado sefardí, por las canciones en ladino o por viejas recetas que preparaba Alegre, mi madre.

–¿Alguna canción ladina?

–El ladino es la lengua de los sefardíes. Recuerdo una: Arvoles lloran por lluvias, que incluyo en el libro: Arvoles lloran por lluvias/ Y montañas por aires/ Ansí lloran mis ojos/ Por ti querido amante/ Penso y digo/ ¿Qué será de mí?/ En terras ajenas/ No podré vivir.

–¿Y las recetas?

–Cuando presenté el libro en la Feria del Libro, organicé una reunión en mi casa, quería ofrecer exquisiteces de la cocina sefardí. Mis hijas decidieron ayudarme y allí estábamos preparando la masa para los boios, bollos rellenos con verdura; una masa que tiene que ser tan delgada como un papel. Como soy perfeccionista, pronto vi que mis hijas no lograrían el espesor adecuado y les aconsejé descansar. Pero después tuvimos que amasar el hojaldre, que tiene sus bemoles, y fueron ellas las que me echaron de la cocina. Las recetas ocupan un espacio importante en mi libro. Lo que dio lugar a equívocos.

–¿Por qué?

–El psicoanalista José Eduardo Abadi, que con la cantante Dina Roth presentó mi obra, contó que cuando lo recibió, pensó: Es un libro de cocina, ¿por qué me lo habrá enviado Matilde? ¡Seguramente, por mi mala fama de que me como todo! Pero cuando lo leyó vio que era mucho más que eso. ¡Matilde, me engañaste!, comentó.

–¿Cómo son los sefardíes?

–Muy arrogantes. Sentían que eran la aristocracia judía. En España había tres grandes culturas: la islámica, la cristiana y la judía. Mientras los árabes dominaron la península estuvieron al lado de monarcas y poderosos, como asesores y ministros. Un ejemplo fue el gran Maimónides, Moisés ben Maimón, filósofo y médico, que vivió entre 1135 y 1204.

–¿Qué es el Monumento al No Pabellón?

–Cuando vivía en Madrid leí que la Fundación del Hombre estaba proyectado su pabellón para la Expo Sevilla 92. Por medio de un amigo conseguí una entrevista con el presidente, fray Bartolomé Vicens Fiol; un dominico que, entre paréntesis, tiene cerca de 80 años y es el confesor del rey, pero él dice que de eso no se habla porque sería como hablar de los pecados del rey.

–¿Cómo fue la entrevista?

–Estaba con su hábito blanco y me intimó un poco. Nos presentamos y yo le dije: Antes de sentarme quiero que sepa que soy sudaca, judía y, como ve, mujer. Así que usted dirá. Se rió y me contó que proyectaba un pabellón con un arquitecto catalán y otro japonés y que quería llevar la voz del Tercer Mundo. Le dije que si invertía miles de euros en explicar cuántos niños mueren por minuto, lo iba a criticar la prensa de todo el planeta. Que debía realizar algo que no costara ni un duro. A los pocos días le llevé el proyecto del Monumento al No Pabellón, hecho con chatarra de los países desarrollados. Aceptó y nos ofreció un terreno buenísimo. Lo rechacé. «Quiero uno excluido, como corresponde al mensaje», le pedí. Aceptó y, con una grúa desvencijada, alambres de púa y ladrillos, inventamos una Torre Eiffel tercermundista. Entonces, me pidió que creara la Fundación Americana del Hombre, donde trabajo actualmente.

Fuente: La Nación

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