INTRODUCCIÓN
Tras la conquista de Granada, último baluarte musulmán en tierra española, acción con la que se logró la consolidación territorial de los reinos cristianos y pretendiendo la unificación cultural y religiosa, los Reyes Católicos decretaron la expulsión de los judíos que vivieran en sus reinos y que no aceptaran la conversión al cristianismo.
“Nos don Fernando e Isabel por la gracia de Dios, Reyes de Castilla, León, Aragón [y otros dominios de la corona] al illustrisimo principe don Juan, nuestro muy caro e muy amado primogénito y sucesor universal en nuestros reinos y tierras …, a los duques, marqueses, condes, órdenes religiosas y sus Maestres, […] y a todos los judíos hombres y mujeres de cualquier edad y a quienquiera esta carta le concierna, salud y gracia para él.
…Por este nuestro real edicto perpetuo para siempre valedero, mandamos echar y echamos de todos nuestro reinos y señorios occiduos [sic] y orientales a todos los judios y judias grandes y pequeños que en los dichos reinos y señorios nuestros están y se hallan… al fin de Julio de este año y que no se atrevan a regresar a nuestras tierras y que no tomen un paso adelante a traspasar de la manera que si algún judío que no acepte este edicto si acaso es encontrado en estos dominios o regresa será culpado a muerte y [a la] confiscación de sus bienes.
Y hemos ordenado que ninguna persona en nuestro reinado sin importar su estado social incluyendo nobles que escondan o guarden o defiendan a un judío o judía ya sea públicamente o secretamente desde fines de Julio y meses subsiguientes en sus hogares o en otro sitio en nuestra región con riesgos de perder como castigo todos sus feudos y fortificaciones, privilegios y bienes hereditarios.
Dado en esta ciudad de Granada el Treinta y uno día de marzo del año de Nuestro Señor Jesucristo de 1492. Firmado Yo, el Rey, Yo la Reina, y Juan de la Colonia secretario del Rey y la Reina quien lo ha escrito por orden de sus Majestades”[1].
Tras casi 1,500 años no sólo de presencia continua, sino de conformación de una identidad hispano-judía que convivió y compartió con hispano-cristianos e hispano-musulmanes en uno de los períodos más fecundos de la historia cultural de Occidente, los judíos se vieron forzados a abandonar su segunda patria a principios de agosto de 1492.
Se calcula que la mitad de la población judía (100,000 personas según algunas fuentes[2] y 300,000 otras[3]) optó por la conversión, ya fuera sincera integrándose a la grey de la Iglesia, o bien ficticia con la pretención de conservar su judaísmo secretamente, lo que incrementó el número de criptojudíos[4], puesto que la conversión forzada tras la masacre de Sevilla de 1391 y las medidas antijudías a lo largo del siglo XV ya habían generado ese fenómeno, contra el cual se estableció la Inquisición en 1481.
De aquellos que decidieron abandonar Sefarad[5], miles se dirigieron a Holanda o a las provincias del imperio otomano. Y unos cuantos miles cruzaron la frontera de Portugal pagando un fuerte impuesto.
Desde el siglo XII la corona portuguesa había mantenido una política tolerante tanto hacia judíos como hacia cristianos nuevos que se incorporaron a la vida intelectual y económica del reino gozando de la protección real en tanto fueron perseguidos por la iglesia y por el pueblo llano.
La tolerancia real, sin embargo, llegó a su fin en 1497 cuando el rey Manuel I, al contraer matrimonio con Isabel, hija primogénita de los Reyes Católicos, decidió cumplir con la condición propuesta por sus suegros: imponer la conversión forzada al cristianismo de los judíos de su reino, a los que no dio opción a la emigración.
A los conversos se les dio un período de gracia de 20 años en los que sus creencias y prácticas no serían investigadas y en 1536 se estableció el Tribunal de la Inquisición en tierras lusitanas. El temor al Santo Oficio incrementó el secretismo de las prácticas criptojudías. Aislados en las regiones montañosas colindantes con España –Tras-os-Montes-, mantuvieron su judaísmo bajo la pretensión de ser católicos, abandonando la circuncisión, la celebración de festividades e inclusive otorgando un rol religioso más importante a las mujeres para evitar sospechas[6].
Sin fuentes doctrinales, dirigentes religiosos, lugares de culto y temiendo la denuncia y persecución inquisitorial, tanto criptojudíos en España como en Portugal desarrollaron tácticas para preservar su fidelidad a la Ley de Moisés. Para suplir la falta de fuentes y las probables transgresiones tanto alimentarias como rituales, los criptojudíos realizaron ayunos semanales, procuraron evitar los alimentos prohibidos[7] y trataron de respetar la santidad del sábado de manera subrepticia.
Muchos contrajeron matrimonio con cristianos viejos[8] para evitar sospechas, ignorando el cónyuge la identidad religiosa de su marido/esposa. Otros informaban a sus hijos de acuerdo a su discreción y madurez sobre el verdadero origen de la familia -lo que quiere decir que no todos los descendientes conocían el secreto familiar- y algunos decidieron ingresar a un hijo a alguna orden religiosa, inclusive la de los dominicos, custodios de la inquisición, para proteger al resto de la familia pues ¿quién recelaría de los padres o hermanos de un fraile?.
Con el paso del tiempo se fueron abandonando las prácticas más obvias (circuncisión, rezos, alimentos, festividades) en tanto que se incorporaron plegarias cristianas para sustituir los rezos en hebreo de los que pocos conservaban algunas palabras.
La expulsión de los judíos de la península ibérica y la persecución contra los criptojudíos coincidió con el descubrimiento y la colonización del Nuevo Mundo. Cristóbal Colón zarpó del puerto de Palos el 3 de agosto de 1492 y entre los tripulantes de sus naves llevó consigo a un traductor del hebreo y del arameo. Cientos de criptojudíos emigraron a las colonias españolas y a Brasil para escapar de la sospecha y el riesgo de caer en manos de la Inquisición, en busca de un horizonte en donde practicar libre y abiertamente la religión de sus ancestros. Así, se establecieron desde los territorios más norteños del imperio español y en las islas el Caribe hasta los virreinatos de Sudamérica y, también en Brasil.
LA FAMILIA CARVAJAL
La historia de la familia Carvajal, familiares directos de Luis de Carvajal y de la Cueva, sintetiza cabalmente la tragedia del criptojudaísmo. Y es, también, uno de los episodios más conocidos dentro del ramo de Inquisición de la Nueva España.
1. Don Luis de Carvajal y de la Cueva, conquistador y primer gobernador del Nuevo Reino de León.
Justo en la llamada Raya de Portugal, en la villa de Mogadouro provincia de Tras-os-Montes, nació Luis de Carvajal y de la Cueva en 1539, en el seno de una familia de ascendencia judía arraigada en Medina del Campo en la región de Castilla-León.
Fig. 1. Mogadouro, en la región de Tras-os-Montes [9].
Fue hijo de Gaspar de Carvajal y Francisca de León, conversa judaizante. Sus tíos maternos fueron funcionarios del rey de Portugal en la colonia africana de Guinea[10]. A joven edad (1549) y tras la muerte de su padre, fue enviado por su tío materno y tutor, Duarte de León, a Cabo Verde, donde permaneció por trece años; llegando a ocupar el puesto del tesorero y contador del rey de Portugal, ocupándose principalmente del comercio de esclavos negros.
Al volver a España en 1562 comerció con granos y con vinos en Sevilla. Alrededor de 1565 contrajo matrimonio con Guiomar Núñez de Ribera, criptojudía nativa de Lisboa. Dos años después, tras pérdidas financieras y conflictos conyugales, zarpó hacia la Nueva España con su propio navío como almirante y segundo comandante de la flota de las Indias Españolas. Al arribar fue nombrado por orden del virrey alcalde ordinario de Tampico.
En 1568, en su función de alcalde, Carvajal capturó a 77 piratas ingleses varados en las costas de la actual Tamaulipas, abandonados por John Hawkins, que había perdido varios barcos en un enfrentamiento con la flota española de Veracruz. Tras esta acción, el virrey Martín Enríquez de Almanza lo comisionó como capitán y pacificador para que abriera una ruta entre la provincia del Pánuco y las minas de Mazapil y para que contuviera las hostilidades de los indígenas.
En la provincia de Pánuco desempeñó otros cargos de gobierno. Fue corregidor del pueblo de Huajutla, de Tamaolipa, capitán de la Huasteca y juez de comisión en Pánuco[11].
En 1578 viajó a la ciudad de México a dar cuenta al virrey de las comisiones que se le habían encargado y en febrero del siguiente año zarpó hacia España presentando en el Consejo de Indias la propuesta de conquistar, colonizar y pacificar todos los puertos desde el río Pánuco hacia el norte, hasta Santa Helena en la costa del Atlántico al norte de la Florida[12] y al oeste para poblar el territorio entre Tampico y las minas de Mazapil y Zacatecas. El objetivo era extender la exploración y la colonización de la Nueva España del Atlántico al Pacífico, pues se creía que al norte había un paso en el que se unían los dos océanos[13]. El Consejo recomendó la propuesta al rey Felipe II quien firmó las capitulaciones el 31 de mayo de 1579.
De por vida, y con la prerrogativa de designar a su heredero, Carvajal recibió el cargo de Gobernador y Capitán General con autoridad para descubrir, pacificar y poblar una nueva provincia que se denominó Nuevo Reino de León y que se extendería hasta 200 leguas de latitud y otras tantas de longitud, abarcando su jurisdicción desde el oeste del puerto de Tampico hasta los límites de Nueva Galicia y Nueva Vizcaya y al norte en territorio inexplorado[14]. Sin embargo, ya sea por el desconocimiento geográfico que la corona tuvo de la región, ya sea por la interpretación de la extensión del territorio que hiciera Carvajal, los límites sobrepasaban los ya establecidos de la Nueva Galicia y la Nueva Vizcaya.
Fig. 2. Las capitulaciones de 1579 [15].
Se le dio un plazo de cinco años para recorrer el territorio, evangelizar a los indios y establecer todos los puertos desde Tampico hasta la bahía de San José que colindaba con la jurisdicción de la Florida[16]. El llamado “Cuadrado de Carvajal”[17] tendría una extensión de 702,244 kms2 abarcando los actuales estados de Nuevo León, Tamaulipas, Coahuila, casi toda la extensión de Zacatecas y Durango, y territorios extensos en Sinaloa, Chihuahua, Nayarit, San Luis Potosí y Texas[18].
Fig. 3. Uno de los mapas con los límites del “Cuadrado de Carvajal” [19].
Carvajal adquirió un barco –algunos autores indican que se llamó Santa Catarina[20] – para trasladarse al Nuevo Mundo. Su hermana Francisca y su cuñado Francisco Rodríguez de Matos, ambos judaizantes, con sus hijos, viajaron con el gobernador al Nuevo Mundo incluidos en el grupo de labriegos, artesanos y soldados que poblarían el reino. En víspera del viaje, Guiomar Núñez, su mujer, solicitó a la sobrina de Carvajal, Isabel Rodríguez de Andrade, que ya en su destino final convenciera a Don Luis de volver a la religión de sus ancestros.
La nave zarpó hacia la Nueva España en junio de 1580, en la misma flota en que viajaba el nuevo virrey, Lorenzo Suárez de Mendoza, cuarto conde de la Coruña. Al establecerse en el territorio que correspondería al Nuevo Reino de León Carvajal reclamó que los límites norteños de su reino se extendían hasta la actual ciudad de Austin. A sesenta leguas al noroeste de Tampico descubrió un yacimiento de minas de plata y fundó la Villa de León -hoy Cerralvo-. Estableció otra, San Luis rey de Francia -en la actual Monterrey- y otra más llamada Nueva Almadén -hoy Monclova-. Sin embargo, sus alardes fueron mayores a sus logros y los litigios territoriales del siglo XVII desacreditaron muchos de sus poblamientos, pues casi todos los poblados que estableció se habían fincado con anterioridad.
En 1584, estando en Tampico, su sobrina Isabel lo conminó a tornar al judaísmo. El gobernador “se puso como un león de bravo… hecho un moro de enojo… hecho un demonio… [exclamando] que él propio la había de matar con un bocado”[21]. Al enterarse que su cuñado fue inhumado de acuerdo a los ritos judaicos y descubrir que la familia de su hermana practicaban secretamente el judaísmo, rompió con ellos, pasando del afecto paternal que sentía hacia sus sobrinos a considerarlos sus enemigos mortales[22].
Sin embargo al no denunciarlos ante el Santo Oficio provocó que cinco años después él mismo, junto con todos sus parientes, fuera procesado por la Inquisición.
En 1587 enfrentó en la Ciudad de México un proceso civil en su contra acusado de usurpación de funciones y alegaciones de que esclavizaba a los indios en sus expediciones al río de las Palmas -hoy Soto la Marina- y en el río Bravo y que vendía a los indios cautivos. Secretamente huyó hacia su reino. Dos años después, involucrado en un litigio por los límites de su reino en territorio del actual estado de San Luis Potosí –en la Villa de los Valles- y pretendiendo castigarlo por los excesos que había cometido, el nuevo virrey, Don Álvaro Manrique de Zúñiga marqués de Villa Manrique, exigió el arresto de Carvajal. Sus enviados reportaron que en el Nuevo Reino de León solo encontraron dos asentamientos con poca población y muy lejos uno del otro.
Preso en México, el virrey lo entregó a la Inquisición puesto que “me lo pidió [el Tribunal del Santo Oficio] diciendo había cometido delito en el crimen de la herejía, y se lo entregué…”[23].
Acusado de encubrir a su familia, Luis de Carvajal y de la Cueva fue procesado en el auto de fe que se llevó a cabo en la ciudad de México en 1590 y condenado a prisión, exilio y trabajo forzado en galeras, condena que no se cumplió pues murió en la cárcel inquisitorial un año después.
2. Luis de Carvajal “el Mozo”[24].
Luis Rodríguez de Carvajal nació en Benavente, Castilla, alrededor de 1567, hijo de Francisco Rodríguez de Matos, hijo de una familia de conversos judaizantes, y de Francisca Núñez de Carvajal, mejor conocida como Francisca de Carvajal y hermana de Luis de Carvajal y de la Cueva. Al contraer matrimonio, la pareja decidió observar devotamente la religión de sus antepasados y, conforme sus hijos fueron alcanzando la adolescencia, se les informó de su origen y de su religión, exceptuando al mayor, Gaspar, quien fue un fraile dominico[25]. Luis recibió una esmerada educación: sabía leer y escribir castellano y latín y tuvo conocimientos de matemáticas, gramática y retórica. Cuando tenía alrededor de los 12 años su padre le reveló su origen.
Luis de Carvajal y de la Cueva, distanciado de su esposa e ignorante de las creencias religiosas de la familia de su hermana, decidió traer consigo en 1580 a Francisca, su esposo y a sus hijos, nombrando a Luis, su sobrino predilecto, heredero del reino. La familia Rodríguez de Carvajal aceptó la propuesta de viajar a América y no a Italia, como era su intención, considerando que lejos de España podrían vivir sin el temor de la persecución inquisitorial.
La familia estaba constituida por Gaspar, Baltasar[26], Isabel Rodríguez de Andrade[27], Catalina de León y de la Cueva[28], Leonor[29], Miguel[30], Mariana[31]y Ana[32]. En su autobiografía, el joven Luis describió el territorio inhóspito, lleno de mosquitos donde vivieron en gran pobreza, inclusive descalzos. Muchos de los colonos abandonaron el Reino y se dirigieron a Taxco, a la ciudad de México y a Pachuca.
En América el joven Luis se entregó por completo a la fe judaica, interpretando en todos los sucesos de la vida cotidiana la presencia y protección de Dios, intentando cumplir con el mayor número de preceptos religiosos. Su padre le enseñó los principios básicos y lo remitió con el Lic. Manuel de Morales, reconocido como maestro de la fe judía, para que le enseñara la proscrita Ley de Moisés. Cuando murió su padre el enterramiento se llevó a cabo de acuerdo a las costumbres judías, lavándose el cuerpo, cortando las uñas y el cabello y amortajándolo con una mortaja de tela virgen.
A los 18 años de edad, el joven asumió el cargo de jefe de familia. Un año después se practicó la circuncisión él mismo.
El gobernador se enteró de la vida secreta de sus familiares al intentar su sobrina Isabel atraerlo al judaísmo. Constató sus sospechas al averiguar cómo había sido inhumado Francisco Rodríguez de Matos y reescribió su testamento, desheredando a Luis el Mozo.
Distanciados del gobernador y tras el matrimonio de Leonor y Catalina con dos criptojudíos de origen portugués, la familia Carvajal se estableció temporalmente en Taxco y posteriormente en la ciudad de México. Luis y Baltasar, los mayores, se dedicaron actividades económicas que pocas veces tuvieron éxito, viajando por distintas locaciones de la Nueva España. Para Luis, los viajes fueron una oportunidad para buscar otros criptojudíos. Así conoció a Ruy Díaz Nieto y a su hijo Diego, provenientes de Italia y versados en el judaísmo. Ruy fungía como rabino en la ciudad de México en tanto su hijo buscaba también judaizantes en el virreinato.
Cuando Luis de Carvajal y de la Cueva se enfrentó con el virrey de la Nueva España, éste, a través de un espía que se ganó la confianza de Isabel Rodríguez de Andrade se enteró de que los parientes del gobernador eran cristianos nuevos judaizantes. Denunciada ante la Inquisición, toda la familia fue detenida en mayo de 1589, acusándose al gobernador de haber recibido, favorecido y encubierto a apóstatas judaizantes, si bien no se pudo comprobar que él mismo realizara esas prácticas.Comoera habitual, al momento de ser detenidos todos sus bienes fueron embargados.
Únicamente Baltasar y Miguel lograron huir embarcándose a Italia y a Turquía volviendo a la religión de sus ancestros. Mariana y Anica, las hermanas menores, quedaron bajo custodia. Por medio de la tortura, Francisca de Carvajal reveló su crimen, involucrando a sus hijos, a su difunto marido y a otros judaizantes. Así inició el proceso en contra de toda la familia.
En la cárcel Luis “el Mozo” soñó que el rey Salomón le compartía la sabiduría divina. Adoptó por ello el nombre de Yosef, por su homónimo bíblico, quien fue un soñador y visionario, y añadiéndose el sobrenombre de Lumbroso, palabra castellana que significa “lo que tiene o despide luz de sí”, es decir, lo que ilumina. Intentó cumplir con costumbres judías y atrajo al judaísmo al fraile Francisco Ruiz de Luna, quien tenía como misión convertirlo al cristianismo.
En el auto de fe el 24 de febrero de 1590 se quemó la efigie de su padre al tiempo que toda la familia abjuró públicamente de sus prácticas judaicas. La Inquisición confiscó todos sus bienes y se les dio penitencia espiritual que consistía en ayunar los viernes, rezar el rosario de cinco misterios los domingos y días de fiesta y usar el sambenito[33].
Fig. 4. Las prendas penitenciales de los reos de la Inquisición [34].
Luis quedó bajo custodia de Fray Mateo García, en el Hospital de Convalecientes. Más tarde fue enviado al hospital del convento-colegio de Santiago Tlatelolco donde fue escribano del administrador y enseñó gramática y latín a los indígenas. Por su cargo tuvo acceso a la biblioteca y aprovechó las oportunidades para consultar los comentarios de Oleastro al Viejo Testamento, memorizando los salmos, los libros de Ezequiel, Isaías Job, así como la Apócrifa. Su madre y hermanas fueron confinadas a una casa particular y en sus cartas Luis Insistía a su familia que debían respetar los preceptos mosáicos y, en caso dado, morir por ellos pues así se ganarían el paraíso.
Gracias a las gestiones de su cuñado Jorge de Almeida realizó en España, el 7 de octubre de 1593 los inquisidores aceptaron que su sentencia se conmutara al pago de una multa de 1,300 ducados castellanos, que luego se redujo a 850 pesos. Se dio un plazo de seis meses a los Carvajal para reunir el dinero, por lo que se permitió que Luis procurara recolectarlo. Los planes de la familia eran viajar a Europa para reunirse con Baltasar y Miguel.
Sin embargo, en 1595 toda la familia fue aprehendida nuevamente siendo la pena por reincidiren la práctica judaica la muerte, ya fuera a garrote vil[35] si se convertían a la religión cristiana o quemados vivos si se mantenían en su apostatía, aunque los reos no supieron su destino hasta un día antes del auto de fe del 8 de diciembre de 1596.
Luis escribió en la cárcel su testamento, que es más bien una declaración de su ferviente creencia en el judaísmo, puesto que bienes materiales no tenía. Fue torturado en dos ocasiones para que denunciase a más judaizantes e intentó suicidarse para evitar el sufrimiento, aunque se arrepintió de esta acción por considerar que la vida pertenece a Dios y sólo Él puede tomarla.
Se le atribuye haber escrito un soneto como plegaria para el Día del Perdón (Yom Kippur):
Pequé, Señor, mas no porque he pecado
De tu amor y clemencia me despido.
Temo según mi culpa ser punido
y espero en tu bondad ser perdonado.
Recélome según me has aguardado
Ser por mi ingratitud aborrecido;
y hace mi pecado más crecido,
el ser tan digno Tú de ser amado.
Si no fuera por ti, de mí que fuera,
Y a mí de mí sin Ti, quién me librara,
Si tu mano la gracia no me diera:
¿Y a no ser yo mi Dios, quien no Te amara,
y a no ser Tú, Señor, quien me sufriera
y a Ti sin Tí, mi Dios, quien te llevara? [36]
Al auto de fe, considerado un espectáculo público, asistieron el virrey, los oidores, el tesorero real, los oficiales militares, inquisidores, sacerdotes y los pobladores de la ciudad de México. Al paso de los sentenciados se les arrojaron piedras y frutas podridas. Los prisioneros portaban sambenitos, sogas alrededor del cuello, corozas[37]y velas -de color verde los judaizantes y blancas los acusados de practicar la hechicería-. Algunos iban amordazados y se llevaban también efigies de madera de aquellos que habían logrado huir y los restos exhumados de judaizantes que no habían caído en manos de la Inquisición en vida.
Los Carvajal fueron acusados de ser falsos cristianos, “relapsos, impenitentes pertinaces… condenados a ser quemado[s] vivo[s] en vivas llamas de fuego hasta que se convierta[n] en cenizas”[38]. Al ser llevado al patíbulo Luis, con sambenito y una larga cola enroscada qu terminaba arriba de la coroza -atuendo reservado a los que se consideraba rabinos o maestros de la Ley de Moisés- dio muestras de arrepentimiento y besó la cruz, muriendo a garrote vil y siendo su cuerpo quemado en la hoguera[39].
Fray Alonso de Contreras, el monje dominico que lo acompañó en sus últimos momentos, dejó el testimonio final que prácticamente constituye su epitafio “Siempre fue tan buen judío, y acomodaba su entendimiento, que lo tenía agudísimo y delicado, y su voluntad, sumamente aficionada, a volver por la ley de Dios y morir por ella, que sin duda tengo para mí, si viviera antes de la Encarnación de Nuestro Redentor, hubiera sido hebreo heroico y tuviera hoy en la Biblia famoso nombre, como los que por la defensa de su ley murieron en la demanda”[40].
En el auto de fe también murieron su madre, sus hermanas Isabel, Catalina y Leonor, su amigo Manuel de Lucena, al igual que Diego Enríquez, Beatriz Enríquez y Manuel Díaz. De la familia únicamente dos habían salvado sus vidas, Mariana, trastornada mentalmente y la menor, Ana.
Cinco años después Mariana, fue aprehendida de nuevo, juzgada y sentenciada a a morir en el solemne auto de fe del 25 de marzo de 1601, “uno de los que se celebraron en México con mayor suntuosidad”[41]. El corregidor de la ciudad de México, Francisco Muñoz de Monforte, dictó la sentencia: “Fallo atenta la culpa que resulta contra la dicha Doña Mariana de Carvajal, que la debo condenar y condeno a que sea llevada por las calles públicas de esta ciudad… y con voz de pregonero que manifieste su delito, sea llevada al Tianguis de San Hipólito… se le de garrote hasta que muera naturalmente y luego sea quemada en vivas llamsa de fuego, hasta que se convierta en ceniza y de ella no haya ni quede memoria…”[42].
Fig. 5. El suplicio de Mariana de Carvajal [43]
Como penitentes participaron su hermana Ana y su sobrina Leonor de Cáceres. En 1649 Ana también sería procesada y muerta.
Los sambenitos de los procesados solían colgarse en las ventanas de la iglesia de Santo Domingo y el estigma de descender de judaizantes relajados por la Inquisición marcaba a los descendientes durante varias generaciones, que a pesar de ser fieles cristianos se les denegaba ingresar al ejército, a la universidad y a instancias de la administración colonial. Los nietos y bisnietos de las hermanas Carvajal siguieron siendo señalados por los delitos de sus ancestros dos siglos después. Por sus vínculos con el conquistador y gobernador del Nuevo Reino de León, por la fama de Luis “el Mozo” de ser rabino maestro de la ley judía y por haber sido procesados y ajusticiados en cuatro autos de fe distintos, la historia de la familia Carvajal es uno de los episodios más estudiados sobre la presencia criptojudía en México en la época colonial y la que mayor difusión ha tenido.
Texto para la Exposición “Diego Rivera y la Inquisición: Un puente en el tiempo“. Museo de Historia Mexicana, Monterrey, N.L., Septiembre 2009-Enero 2010
Soy descendiente de esa familia y siempre me ha interesado saber mas de este pasado
En la familia existen documentos que hablan de estos sucesos y no había entendido la importancia de tales
Y cada ves que leo algo al respecto me interesa mas