EL MIKVÉH DE BARCELONA por Jacobo Kaufmann

Cada vez que voy a Barcelona, mis primeros pasos me llevan al Call, allí junto al Barrio Gótico, no lejos de la catedral. Como si fuera lo más natural del mundo, o como si yo mismo viviera allí, me dirijo hacia el Carrer de Sant Doménec (calle de Santo Domingo), otrora arteria principal del barrio judío más antiguo, recorro con unción el Carrer del Call, el Carrer Marlet, y otras callejuelas adyacentes. Allí se hallaban la Sinagoga de Massot Avengená, el Talmud Torah, las casas de Rabenu Nissim Gerondí, y la mansión del Rabí Isaac Prefet con su sinagoga propia (la de los Franceses). No lejos de ahí, dentro de una iglesia de la calle Ferrán quedan algunos rastros del edificio original, o sea la Sinagoga Menor (o Poca).
 
No viene al caso detallar aquí la importancia de la presencia judía en Cataluña, y particularmente en Barcelona, ni tampoco profundizar sobre las contribuciones a los textos sagrados, científicos y cabalísticos de insignes estudiosos judeo catalanes desde tiempos remotos. Así y todo me parece ver aún el ir y venir de mis gentes por esas calles, y oír el bullicio cotidiano de mis antepasados. Todo eso, claro está, hasta que el 5 de agosto de 1391 vinieron las hordas dominicanas, a la cabeza de aquel temible monstruo que fue la Inquisición, que arrasaron con todo, mataron a diestra y siniestra, convirtieron por la fuerza, y finalmente dejaron su sello al cambiarle el nombre a la calle principal del Call.

Ahora, aparentemente, no quedan muchos más vestigios de la vida judía en la Barcelona medioeval, que la famosa inscripción en hebreo del Hekdesh del Rabí Shmuel Ha´Sardí, en el Carrer de Marlet, casi en la esquina del Carrer del Arco de San Ramón (ex Escola dels Franceses o dels Banys Freds), y otras inscripciones hebreas, provenientes de antiguas lápidas judías, conservadas en paredes excavadas, en el subsuelo del Museo de Historia de la Ciudad. Otras tantas, incorporadas a la construcción del muro opuesto al ingreso del Museo Frederic Marés, antiguamente sede de la Inquisición, están a la vista, en plena calle. Pero hay más, bastante más.

Hace algunos años, en el curso de uno de mis paseos, tuve la fortuna de conocer a Miguel Jaffa, argentino como yo, que en esa época comenzaba a limpiar y excavar por cuenta propia aquel recinto del Carrer Marlet, reconocido finalmente como la Sinagoga Mayor de Barcelona. Apoyada sobre vestigios romanos del año 212, nos encontramos hoy con aquella sinagoga del siglo XIII, magníficamente puesta al descubierto, y restaurada gracias a la tenacidad de Miguel.

Un día de julio de 2002, recorriendo como de costumbre el Carrer del Arc de Sant Ramón, donde quedan varios vestigios importantes, entre otros de la Sinagoga de los Franceses, la de Massot, y varios locales que sirvieron de carnicería y otras provisiones, mi mujer me señaló una ventana iluminada, situada a nivel de la acera, a pocos pasos de lo que fuera la sinagoga de Isaac Prefet. Inmediatamente decidimos ir hacia la calle paralela, que se encuentra a un nivel de varios metros más bajo, o sea el Carrer dels Banys Nous (¡la calle de los Baños Nuevos!). En el número siete de esa calle hay una tienda grande y suntuosa, que llega, como descubrimos hasta la de San Ramón. En el fondo de esa tienda, en lo alto, localizamos la ventana que habíamos visto antes. Deducción inmediata: nos hallábamos ni más ni menos que en plena Sinagoga de los Franceses o en una de sus adyacencias.

Giramos sobre nuestros talones, ya decididos a volver sobre nuestros pasos, cuando a mi izquierda, a pocos pasos del fondo de la tienda, me llamó la atención un recinto rectangular de unos cuatro metros por dos aproximadamente, limitado por varios pilares y arcadas, con toda seguridad para demarcarlo, ya que los pilares no cumplen en ese sitio ninguna otra función, como por ejemplo la de sostener el techo. Acicateado por la curiosidad, entré al recinto, y descubrí el ingreso a una antigua fuente de agua, cuidadosamente disimulado por unas tablas de madera, atornilladas al piso.

Con el corazón palpitante comencé a atar cabos. No lejos de allí, según algunos mapas turísticos de Barcelona, se hallaría la Sinagoga de les Dones. Y como tal cosa no existe, porque nunca hubo sinagogas para mujeres solamente, no quedaba ninguna otra conclusión: estábamos en presencia del edificio de un mikvéh. Y no de uno cualquiera, sino del mikvéh central de la Barcelona medioeval, al parecer conservado en su integridad. No era desde luego sinagoga de mujeres, pero sí, evidentemente, un lugar al que las mujeres acudían asiduamente, lo cual habría suscitado el error de los incautos.

Excitadísimo me comuniqué con Miguel Jaffa. En cuanto nos vimos, lo llevé a ver mi hallazgo. Sus ojos brillaron de emoción, mientras miraba conmigo lo que nos pareció un verdadero milagro.

 «Claro», me dijo. «Ahora todo se entiende. Sólo falta corroborarlo con un historiador de prestigio, y volver a analizar planos y documentos antiguos.»

Cuál no fuera mi alegría, cuando Miguel me comunicó que lo había consultado con Jaume Riera, quien después de cotejar varias fuentes había llegado a la misma conclusión que yo.

No sé si en larga línea desciendo de los antiguos habitantes del Call. Nunca se sabe, pero no hay duda de que la vida siempre nos depara sorpresas. A fin de cuentas todo da vueltas de ciclo en ciclo, y siempre habrá alguien, aunque ni él mismo lo sepa, para encontrar en el momento menos pensado lo que debe ser encontrado. ¿Por qué no les relaté todo esto enseguida, sino un año y tres meses después del descubrimiento? En un principio, porque lo sugería la prudencia, y después por pudor, porque yo no soy ni arqueólogo ni historiador. Pero ahora, que como ocurre tantas veces, otros podrían estar considerando el adornarse con plumas ajenas, en este caso las mías, me ha parecido buen momento para divulgarlo.

Escribí estas líneas en el mes de octubre del año 2003. Desde entonces, y por una serie de motivos inexcusables que no he de enumerar aquí, no he logrado que se publicaran en ningún sitio, tampoco en periódicos o revistas judías. Algo muy grave debo haber hecho, descubriendo y divulgando lo que otros intentan aún en nuestros días negar, reprimir, encubrir e ignorar. Mas, tarde o temprano y a pesar de todo la verdad termina por asomar.

Jerusalem, julio de 2009

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2 comments

  1. Enhorabuena. Y agradezco a este medio que sí haya permitido publicar sus lineas.

  2. Identica sensacion a la de Jacob Kaufman experimento yo tambien al recorrer las angostas calles del Call barcelones, y detenerme unos instantes frente a su Sinagoga Mayor, recuperada siglos despues,mediante el esfuerzo y dedicacion de personas como Miguel Yaffa para el patrimonio historico de la ciudad y particularmente de su Comunidad judia …

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