«El Meoyo del Ombre es Tela de Sevoya» (una reflexión)

EL MEOYO DEL OMBRE ES TELA DE SEVOYA
“la mente-esencia del hombre es tela de cebolla”
(Refrán Sefaradí)

Una reflexión sobre la presentación de la poetisa mejicana Myriam Moscona en eSefarad bajo el titulo “El Ladino: Herencia y Descubrimiento. La recuperación de la infancia” (1)

La cebolla trae lágrimas, que pueden expresar penas, pero también brotes de renovación.  Al igual que la cebolla, las migraciones determinan en general duelos personales y familiares significativos, que constituyen situaciones traumáticas de difícil resolución; y también aportan una oportunidad de crecimiento y desarrollo personal. Es una experiencia llena de incertidumbres, temores, y esperanzas por todos los cambios que el migrante debe enfrentar. Nuestros padres, abuelos y sus amigos, que vinieron a estas tierras americanas, hablaban el ladino en las comunidades relativamente cerradas y endogámicas de origen. Formó parte de la experiencia infantil de nuestra generación escucharlos hablar en ese idioma que es similar y a la vez diferente al castellano.

Uno de los aspectos que me interesa resaltar es la relación entre las rememoraciones de la vida infantil y el habla familiar de la infancia, el ladino en mi caso, en que uno escucho y se crió en un ambiente que generó lo que podríamos llamar “un baño de palabras”. Estas manifestaciones verbales se insertaron en la mente infantil produciendo rechazo o placer. En todo caso no eran indiferentes y quedaron esas palabras, modismos, refranes, etc. cargadas de importantes afectos. En la adolescencia esta situación puede, como parte del momento evolutivo, quedar desvalorizada y olvidada ante los atractivos del descubrimiento de un mundo nuevo, y el ir formándose de la personalidad. A veces lo relacionado con el habla familiar, el ladino, produce vergüenza, ya que quien no lo conoce lo vive como extraño o que es un castellano mal hablado y no otro idioma. Se genera así un tabique mental, una Pared de lona, tras la cual queda como congelado este material verbal y afectivo. La maduración personal hace que a través de un muy largo tiempo se hagan mejores paces con  las figuras parentales. Generalmente este lento proceso evolutivo se puede incrementar con el crecimiento y autonomización de los propios hijos, lo que también es un duelo que exige esfuerzos psicológicos. Una vez aceptados su crecimiento e independencia, queda lugar para el proceso de completar la reparación de la relación con los padres y el poder identificarse mejor con sus figuras y también su lengua. Consecuentemente la Pared de lona se convierte en Tela de cevoya, más permeable a  las palabras y los materiales olvidados, que así retoman también su carga de afecto. De esta forma se produce un enriquecimiento del acervo mental de la persona, en tanto recupera riqueza psicológica, en lo verbal y en lo afectivo. También acompañan  a este proceso nuevas identificaciones con las figuras parentales que enriquece el repertorio de conductas, antes bloqueadas por el conflicto.

Relacionado con esto quiero expresar también alguna reflexión sobre el “Paraíso perdido” de la infancia. Esta es una creación cultural que idealiza la situación infantil, sin tener en cuenta que es un período de indefensión, dependencia y conflictividad significativos, como para pensar que sea un paraíso. Sugiero que si se les preguntara a muchos niños, estos, si no están muy sometidos, difícilmente dirían que viven en algo aproximadamente parecido a un paraíso. La emocionalidad es muy voluble y poco elaborada en este período, y recién en la adolescencia da lugar al inicio y desarrollo de una verdadera autonomía, que nunca acaba de completarse a través de toda la vida. En el nivel individual el “paraíso perdido” es una creación personal, de alguna manera ilusoria, que nos lleva a creer que vivíamos en el paraíso, lo que no responde a la observación de los niños, ni a ningún análisis retrospectivo. Acompañando a estas características de fondo, que están modificadas por el trabajo de hacerse grande, se dan en la infancia momentos inefables de felicidad e integración que acompañan al crecimiento. Es cierto, volviendo a nuestros momentos adultos, que al transformar la Pared de lona en una Tela de cevoya, estamos creciendo. Podemos entonces tener mejor acceso a una veta de nuestra vida que nos enriquece, al tomar aspectos olvidados y muy rescatables de nuestros ancestros, reparando así sus imágenes dentro de nosotros y a nuestra misma identidad. Según el judaísmo, Dios creo el mundo, pero los humanos tenemos que mejorarlo y terminar de crearlo. De esta manera estamos mejorando a nuestro mundo interno y porqué no, también al entorno social.

(1) La conferencia formó parte del ciclo RAÍCES DE SEFARAD y puede verse en https://youtu.be/Fu-6vJhwoBU.

Por Dr. Narciso Notrica
Psiquiatra

 

Check Also

Estamos Whatsapeando kon Albert Israel: «Akel tyempo…» 1 (kon boz)

Meldar todos los artikolos de esta seksion >> «Akel tyempo…» 1 Lavar Akel tyempo no …

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.