Abraham B. Yehoshua, fallecido este martes en Tel Aviv, formaba parte de los autores de su país más traducidos y conocidos en España
El escritor Abraham B. Yehoshua.
Junto a Amos Oz y David Grossman, Yehoshua Z¨L formaba parte de los escritores israelíes más traducidos y conocidos en España. Apostaba por la paz y por la solución de los dos Estados. Militante con las armas de la palabra, siempre con conciencia de una responsabilidad compartida, no evitaba hablar del conflicto. A pesar de recibir premios prestigiosos, como el Premio literatura de Israel, el Premio Dan David y el Premio Bialik, entre otros, se mostró emocionado cuando visitó Santiago de Compostela, en 2007, para recibir el Premio Literario San Clemente Rosalía–Abanca, con alumnos de bachillerato como jurado por La novia liberada. Tiempo después, Santiago es el lugar donde se desarrolla su novela Caridad cristiana (2013).
“Vosotros, judíos de la diáspora, estáis neuróticos, vivís en una doble condición. Los israelíes que ya hemos resuelto ese conflicto vivimos en nuestro país, y el judaísmo deja de ser una cuestión”, me dijo cuando le conocí en Madrid. Acababa de leer la que era su primera novela, El amante (Duomo), organizada en varias voces que van configurando una historia de crisis personales. La religión, la mística y la búsqueda clave de esa primera obra están también en las siguientes. Como señala el ministro de Cultura israelí, Hili Tropper: “Se caracterizó por su cuidado y gran sensibilidad a los desafíos de la sociedad israelí”.
Abraham B. Yehoshua Z¨L. Foto BERNARDO PÉREZ
Tenía sensibilidad por personajes en momentos de crisis, como en La figurante y en El túnel, las últimas obras publicadas en España por la editorial Duomo. En todas ellas destaca su discurso comprometido, pero independiente y en ocasiones rebelde, con algo del adulto que deja al joven interior incomodar y llamar la atención, pero sin romper el diálogo. Años después, negó haber criticado a la diáspora, con gesto de anciano travieso y olvidadizo. Le reconocí en su obra El túnel, un anciano que está perdiendo la memoria, terriblemente vulnerable cuando su esposa enferma lucha contra el olvido, ayudando a unos árabes sin papeles a integrarse. Un personaje entrañable, descrito con la ternura y el humor tan característicos de su obra. Inteligente y crítico, pero desde el más profundo respeto a las debilidades humanas, ejercía una forma de ser escritor desde una moral basada en la bondad.
Terminó El túnel cuando acababa de morir su esposa Rivka, en 2016. “Envidio a tantos amigos, y por supuesto a mi esposa, que se salvaron de este final que ahora estoy viviendo”, dijo. Su legado literario, sin embargo, siempre es el principio de algo, de una tensión entre la realidad y la esperanza, el símbolo al servicio de lo concreto con la idea de lanzar una posibilidad al futuro.
Escritora y directora del Instituto de Cultura Judía del Centro Sefarad-Israel.