Hemos de insistir una vez más en sacar a relucir acontecimientos y protagonistas de nuestra a veces no bien comprendida historia canaria, asumiendo el riesgo de que podamos ser tachados de macanero, bello americanismo usado en Tenerife en personas de cierta avanzada edad para definir a cuantos intentan una y otra vez contarles una historia ante la que no muestran el más mínimo interés.
Y viene a nuestra mente que se nos habla con demasiada reiteración de restauraciones, grandes planes para recuperación de edificios tanto viejos como antiguos, calificación muy a tener en cuenta, pero no se nos aclara de donde proceden o a que personalidad o familia pertenecieron esos lugares. Y saboreando unos buenos caldos de nuestra bendita tierra canaria con ocasión de la festividad de San Andrés en el pasado Noviembre de 2017 en la Casa del Vino, ubicada en el municipio de El Sauzal, nos acordamos de su promotor allá por el siglo XVII, Don Simón Herrera Leyva y por lo menos hacer, con el agradecido y sano pretexto de apurar un buen vino canario, alguna referencia histórica a Don Simón y sus vivencias.
Y basta en más de una ocasión el que se pasee ante tus ojos, ya no tan juveniles y algo socarrones, un restaurado documento en folio único y original, cantando las loas de algún héroe patrio de áulica genealogía con noblezas atribuidas a ser casi descendientes de la estirpe de Fruela II, caballeros de la más alta cuna, indudables herederos de las glorias de Vizcaya o coautores de las victorias de Don Pelayo, pero en su realidad personal dignísimos judeoconversos que con sus dineros y trabajos compraron y en el texto bien que lo aclara (Archivo de La Real Sociedad Económica de El País de Tenerife, fondo Pereyra de Castro, legajo 2 doc. 27) sus lugares en la sociedad tinerfeña del momento. Y hablo de los Pereyra de Castro, Diego y Tomás naturales de la bella ciudad portuguesa de Barcelós, llegados a San Cristóbal de La Laguna en 1612 y 1618 dejando atrás a toda su familia directa establecida en Francia, Flandes Irlanda y Londres para trabajar en Canarias a las ordenes del converso Duarte Enríquez. (El converso Duarte Enríquez arrendador de las rentas reales de Canarias. Alberto Anaya Hernández en Anuario de Estudios Atlánticos nº 27 año 1981).
Pero para que mi macanería no decaiga, viene en el sequito empresarial de estos Pereyra de Castro un personaje no judeoconverso, pero que se convierte en defensor de los negocios de Duarte Enríquez y da a la historia de Canarias todo un ejemplo de capacidad empresarial, cumplimiento de sus deberes patrióticos y padre de héroes en la lejana América hispana. Y este hombre, para mi genial, se llamó y se conoce hasta hoy como Don Simón Herrera Leyva. Los escribanos de la época no dados a la esplendidez en materia de gastos de tintas, a veces por la necesidad y a veces por la precariedad económica de los escriturado, acortan o alargan nombres y apellidos según conveniencia y así vemos como el notario, llamémoslo así para modernizar el cargo, Mateo de Heredia anota en sus protocolos, actualmente de lectura sobre original en nuestro maravilloso Archivo Histórico Provincial de Tenerife:
Simón Herrera, obligación a Juana Delgado, tendera, año 1652 folio 87.
Simón Herrera Leyva al capitán Luís Rodríguez da poder en 1660 Folio 181.
Simón Herrera da poder a Sebastián Tristán, año 1662 folio 105.
No es difícil conjeturar que nombre y apellidos entrarán en franca mejoría a medida que se va asegurando el patrimonio personal o familiar. Pero sigamos por ahora con la presentación de nuestro empresario, militar, gestor de negocios ajenos o colaborador en el cobro de las rentas del rey o directamente almojarife, es decir el que cobra los derechos que devengaban las mercancías que circulaban por los puertos, en este caso de Tenerife que nuestro Simón ejerció desde Junio de 1646 a Marzo de 1649. Impuesto que se conoció como almojarifazgo y que debió ser un sabroso bocado para las arcas del rey y para los administradores del impuesto, caso de Don Simón Herrera, por cuanto el tráfico Canarias América aportaba muy buenos dineros. (El Tráfico Comercial entre Canarias y América durante el siglo XVII, autor Ángel López Cantos). Este oficio de administrador de impuestos y rentas igualmente lo ejerció en Lanzarote puesto que en los años 1654 a 1663 del mismo siglo XVII daba poderes en esa isla al capitán Lucas Pérez Guadalupe y al capitán Luis Rodríguez Fleytas. La existencia de estos apoderados se debe a que la residencia habitual de Don Simón Herrera ya era Tenerife. El origen de esa ocupación era el haber suscrito desde 1654 un amplio convenio con los Marqueses de Lanzarote para la explotación de cuantos recursos pudieran extraerse de las posesiones de dichos marqueses, tanto en el propio Lanzarote como en Fuerteventura. Don Fernando Bruquetas de Castro publicó en el año 1997 un gran trabajo de transcripción y recuperación de las Actas del Cabildo de Lanzarote con el patrocinio de ese organismo. Figuran en el texto varias menciones a Don Simón de Herrera y Leiva (sic) y destacamos la que dice “arrendador de este Estado “ ( página 223 ) en 11 de Marzo de 1655. Es en ese mismo texto en que vemos la correspondencia entre el capitán Luís Rodríguez Fleitas(sic) y Simón Herrera.
“Y en dicho cabildo se leyeron tres peticiones una dada por el capitán Luís Rodríguez Fleitas(sic) en nombre de Don Simón de Herrera Leiva (sic)” (ver en la obra citada pág. 225)
Las noticias sobre sus ascendientes familiares son facilitadas por Don Baltasar Manrique de Lara en Anuario de Estudios Atlánticos nº 55, año 2009 y en él se dice que había nacido en Coronil, Sevilla, sobre el año 1628 y fueron sus padres Juan de Herrera Leiva (sic) Arroyo, natural de Antequera en la vecina Málaga y su madre Elvira Francés Altamirano. Poco puedo añadir a este dato sobre los apellidos Herrera Leiva, igualmente usado como Leyva, que no son escasos en la península en esa época y menos en la actual. En cuanto a los apellidos Arroyo o Francés de sus padres, sería hilar muy fino darles un origen judeoconverso en cuanto que fueron apellidos comunes a familias que poco tuvieron que ver con ese origen y usados por algunas familias perseguidas, aún tras su forzada conversión, por una pura necesidad de tomar apellidos cristianos. Me atrevería a conjeturar que los Herrera Leyva pueden estar en la nómina de tantos apellidos castellanos-leoneses o de origen vasco-navarro e incluso gallegos que bajaron en siglos contemporáneos a la conquista y repoblamiento de la Andalucía en el reinado del Fernando III, actor de gran parte de su añadido a la naciente España cristiana. Con él llegan los Vasco, Osorio, Molina, Valladares, Gallego, Soria, Rebollo y tantos otros como en siglos posteriores nos encontraremos con los Lugo gallegos. Con la mayor prudencia y sin mucho convencimiento en cuanto al manejo de los datos me atrevo a sugerir, si alguien tiene esa curiosidad, investigue en el inmenso trabajo realizado por el Sr. Salazar y Castro en cuanto a genealogías se refiere, advirtiendo que para nada habrá que intentar relacionar a Don Simón Herrera y Leyva con la casa de los príncipes de Asculi (Hacienda Los Principes, Los Realejos) que llevaron ese apellido en la persona de Don Antonio Luis de Leyva, tercero en ostentar este título, esposo de Doña Porcia Magdalena de Lugo.
Intentaremos sin embargo profundizar cuanto nos sea posible en las actividades comerciales de Don Simón que alimentan esa lógica de pensar que nada puede hacerse contra la ley y a la vista de esa ley salvo si la ley mira por su conveniencia para otro lado. Y obtenemos esta deducción de la actividad económica que mantiene a toda luz pública Don Simón con la colonia judeoconversa tanto en Londres, Madrid o Tenerife. Porque los socios y colaboradores de Don Simón son Antonio Fernández Carvajal, Diego Rodríguez Arias, Diego Pereyra de Castro y Duarte Enríquez, este último por cierto en aquel momento nada menos que recaudador de las rentas reales. Hablamos de la flor y nata de la colonia judeoconversa en Tenerife en ese siglo XVII. Bien queda afirmado por el profesor Anaya Hernández en “El converso Duarte Enríquez arrendador de las rentas reales de Canarias“(Anuario Estudios Canarios año 1981) que el Santo Tribunal conocía los socios canarios de esos comerciantes gentes bien asentadas en la sociedad tinerfeña en sus cabildos, milicias, regidurías y hasta en el Santo Tribunal. Muy prudente la frase citada por este laborioso profesor y gran maestro en esa obra
“que no se intervenga contra canarios que comercian con judíos sino únicamente se vigile la posible llegada de estos últimos”.
Con el más que evidente magisterio que nos aporta el profesor Alberto Anaya Hernández queda reflejada con total evidencia en la obra citada que el concierto económico entre los mencionados conversos y nuestro Simón de Herrera llega al más alto nivel de confianza, por cuanto en los días anteriores a su huida a Londres, el propio Duarte Enríquez deja la custodia de sus intereses económicos depositada en Don Diego Pereyra de Castro y el propio Don Simón. Esto permitirá que a pesar de la huida de estos conversos para escapar de la Inquisición se mantengan los contactos desde Londres a través de sus representantes en Tenerife. No era Londres una plaza desconocida para Don Simón Herrera por cuanto ya había viajado a ella en compañía de Duarte Enríquez y desde allí hasta Madrid en 1653 para resolver asuntos del propio Duarte ante la Hacienda del Rey, y llevar a cabo acciones contra los Marqueses de Lanzarote antes de volver definitivamente a Tenerife .
Pero apliquemos la máxima de un buen amigo natural de Güimar. No es importante la discusión de si las pirámides de este pueblo las hicieron aborígenes o la voluntad agrícola –masónica de Don Antonio Díaz-Flores. Lo realmente útil es que se venda el vino de Güimar.
No era hombre Don Simón Herrera dado a dejar sin intervención cuantas oportunidades de negocio pasaron por su manos y puesto que el cargo de almojarife en Tenerife no pasó de 3 años, los que van del 1646 al 1649 y su convenio de administración con los Marqueses de Lanzarote terminó en 1663, acudió a tomar las rentas de las labores de tabaco que era cosa de grandes beneficios. Todo ello sin abandonar otros capítulos de negocio, como los trigos. Tenemos alguna noticia de escasa información de su importante contribución al comercio de aceite de oliva.
No dudo que el pleito incoado por la Fiscalía General del Reino en 1665 sobre haber traído los hermanos Simón y Jerónimo Herrera Leyva un navío ingles conocido como El Rey Carlos, tenga alguna relación con sus socios de Canarias huidos ante la Inquisición (Archivo General de Indias –Pleitos Islas Canarias). Algún negocio le enfrentó a los Ponte ,marqueses de Adeje por cuanto en el mismo archivo ya señalado se conserva un manuscrito del año 1667 en el que se dice “Juan Bautista de Ponte, Marqués de Adeje, vecino de Garachico contra Simón de Herrera y Leyva, vecino de San Cristóbal de La Laguna sobre 500 quintales de palo de Campeche”.
Pero la propuesta de este trabajo era analizar su relación con el vino y para ello hablaremos de la importantísima labor que en su desarrollo y venta realizo Don Simón Herrera y Leyva.
¿Y como llega al cultivo y comercio del vino un recién avecindado en Tenerife, unos 150 años después de la conquista de la isla y cuando ya las datas de repartimiento están ultimadas y que ha cifrado su negocio en rentas y alcabalas? No será nada despreciable conocer sus vínculos familiares y si algo de esos vínculos le animaron al cambio de interés comercial hacia el preciado líquido que ya lo era en toda Europa y América.
Apenas llegado a Tenerife tras su viaje a Madrid para resolver asuntos de Don Duarte Enríquez y de sus administrados Marqueses de Lanzarote y contando con apenas 26 años, Don Simón de Herrera creyó el momento de tomar estado y teniendo en cuenta su creciente influencia en el mundo canario de las rentas reales puso sus ojos en la hija de Don Juan de Urtusuastegui y Villanueva que había llegado a Tenerife en el sequito de su primo, el Obispo Don Francisco Sánchez Villanueva y Vega (1635-1658). Don Juan tenía entre otros cargos el de Tesorero de las Rentas Reales y había contraído matrimonio en Tenerife con Doña María de Acuña y Soler (Ver apuntes de Ossuna “del casamiento de Juan de Urtusuastegui con María Soler 1637” Archivo Ayuntamiento La Laguna). La novia, luego esposa fue Doña Agueda Urtusuastegui y Soler. Escribir sobre la presencia y patrimonio de las familias Acuña y Soler en Tenerife, nos dará para más de un buen artículo. Y esa insistente endogamia patrimonial entre las clases nobles o de la gran burguesía harán que viudo de su primera esposa Doña Agueda, case Don Simón en segundas nupcias con su hermana Ursula. Al menos así lo confirma Don Antonio Rumeu de Armas, aunque otros autores afirmen que era su prima, hija de Marcos Urtusuastegui ¿Acuña?
¿Y que aporta al matrimonio entre otras pertenencias y dineros la elegida esposa?…una hermosa finca en la zona lagunera de Geneto que en el año de 1660 está íntegramente dedicada a la vid y cuyo desarrollo pronto será uno de los proyectos del industrioso Don Simón Herrera. Y otra no menos valorada finca en terrenos de Tegueste donde ya existe una estructura de explotación y que casualmente linda con su amigo y compañero de negocios Diego Pereyra de Castro. Este patrimonio vinculado a la tierra despierta el interés de Don Simón que se embarca desde ese instante a la compra de cuantas tierras puede dedicar al cultivo del vino. Sigue la misma política que tantos agricultores han usado en nuestras islas, comprar al vecino pedazos y mas pedazos que añadir al predio original y terminando por crear una gran terratenencia. A esa labor de acumular casas de labranza y tierras útiles para el cultivo del vino dedicó Don Simón buena parte de su capital durante unos largos 30 años hasta el final de su vida. Y de esas tierras que escogió para el cultivo de nuestros maravillosos caldos sobresalen las que adquirió y cultivó en El Sauzal, La Victoria y Tacoronte. Solo la hacienda adquirida en El Sauzal ya aporta a su patrimonio en torno a 36 fanegas, añadiendo a esas compras casas y lagares.
Su gran aportación al patrimonio de nuestra historia, en cuanto a la arquitectura integrada en la industria y comercio del vino, nos la dejó Don Simón de Herrera y Leyva en la hoy llamada Casa del Vino en el municipio del Sauzal. Propiedad no solo para uso agrícola, dotada de bodega y lagares, sino aumentada con un hermoso oratorio dedicado a la advocación de San Simón. Fue en origen conocida como La Quinta de San Simón. Nos dejó este ilustre hijo canario y español en 22 de Agosto de 1693.Bueno sería recordar, cuando entremos a disfrutar de nuestros vinos canarios y de esa maravilla de la arquitectura tradicional y señorial a aquel gran hombre que supo devolver a su patria tinerfeña de adopción buena parte de lo que a él le aportó el recaudo de las rentas de la corona de España.
Juan Manuel Valladares
De la Real Sociedad Económica De Amigos del País de Tenerife