Diego Laínez fue cofundador de la Compañía de Jesús, compañero y sucesor de san Ignacio de Loyola y su biógrafo. Segundo General de la Compañía entre dos santos, san Ignacio y san Francisco de Borja.
Eminente Teólogo y autor de brillantes intervenciones en el Concilio de Trento en sus tres períodos.
Nació en Almazán (Soria) en 1512. Fue el mayor de los siete hijos de una familia conversa formada por Juan Laínez e Isabel Gómez de León.
En la sociedad que le tocó vivir, sufrió mucho por su condición de cristiano nuevo que él lo aceptó en silencio y con paciencia. La oposición a su figura por sus orígenes no afectó a sus relaciones con Ignacio de Loyola, pero no ocurrió lo mismo con Felipe II, la Corte, ni algunos miembros de la propia Compañía.
Estudió en Soria, más tarde en Sigüenza y Filosofía en Alcalá de Henares. Se desplazó a Paris para estudiar Teología (años 153-1536). En esta ciudad conoció a Ignacio de Loyola y durante sus estudios, el 15 de agosto de 1534, en Montmartre, junto a otros compañeros, hizo los votos fundacionales de la institución religiosa que 6 años más tarde sería la Compañía de Jesús, además de prometer ir a Tierra Santa a predicar el evangelio en completa pobreza.
En noviembre de 1536, terminados sus estudios, Diego y otros ocho compañeros, los primeros jesuitas, partieron rumbo a Venecia donde los esperaba Ignacio.
En Roma recibieron permiso del Papa Paulo III para ir a predicar a Tierra Santa. Regresaron a Venecia, punto de partida para los viajes al Mediterráneo Oriental dadas las múltiples colonias venecianas en estos mares y sus buenas relaciones que, normalmente, mantenía con la Sublime Puerta.
En esta ciudad fueron ordenados sacerdotes, pero por entonces Venecia estaba en una de las guerras con los turcos y el viaje tuvo que ser suspendido. Fue la tercera guerra entre Venecia y los turcos, comenzó en 1537 con el asedio turco a la colonia veneciana de la isla de Corfú y no acabó hasta 1540. Los jesuitas regresaron a Roma.
Ese mismo año, el papa Pablo III firmó la bula por la que se aprobaban las constituciones de la nueva orden, La Compañía de Jesús, tal y como venía siendo nombrada desde algunos años antes.
Diego fue un gran teólogo con gran prestigio entre los papas y los cardenales de su tiempo.
En 1545, el papa Pablo III convocó el Concilio de Trento. Concilio trascendental para la Iglesia Católica, presidido por tres papas: Pablo III, Julio II y Pio IV, que se desarrolló desarrollo en tres etapas: primera, entre 1545 y 1547; segunda entre 1551 y 1552; y, finalmente, tercera desde 1562 a 1563.
Diego Laínez participó en todas las sesiones como teólogo junto a su colega Alfonso Salmerón. En las dos primeras etapas nombrado teólogo por el Papa, en la última como teólogo y con voz y voto como General de la Compañía de Jesús.
Entre la primera y la segunda etapa, Diego fue capellán de las tropas del virrey de Sicilia, Juan de Vega, en la expedición contra los piratas berberiscos de la ciudad de Mahdía (Túnez).
Su fidelidad al papado y el hecho de ser nombrado teólogo del Concilio hizo que su posición fuera considerada como demasiado pontificia por los asistentes españoles.
Cuando murió San Ignacio (1556), Laínez era el candidato óptimo para sucederle al frente de la Compañía, por lo que ejerció el cargo de vicario general hasta la celebración de la Congregación General convocada para elegir el nuevo general y aprobar las Constituciones. Laínez fue elegido en el primer escrutinio por mayoría absoluta.
Pero a la hora de aprobar las Constituciones, estas tuvieron que ser modificadas por voluntad papal. El papa Pablo IV introdujo dos modificaciones, por una de ellas, la duración del generalato pasaba de ser vitalicio a durar tres años. Esta modificación duró hasta la muerte del papa, su sucesor, Pio IV, las derogó.
Con Laínez la Compañía dio un gran impulso a la educación, abriendo centros educativos y mejorando la calidad de la enseñanza.
También dedicó mucho trabajo a las misiones, no solo a las lejanas, también predicó por toda la Europa protestante asistiendo a coloquios con los protestantes, con los calvinistas, en la dieta de Poitiers entre otras. Estas predicaciones le hacían abandonar con frecuencia la ciudad de Roma donde dejaba un vicario general.
Cuando se convocó la tercera etapa del Concilio de Trento, Laínez se encontraba en Paris en un dialogo con los calvinistas en compañía de su secretario Juan Alfonso de Polanco (otro cristiano nuevo).
Su salud nunca había sido buena y el viaje de Paris a Roma duró dos meses, por lo que llegó a esta última ciudad exhausto.
Murió en Roma los primeros días del año 1565.
Su generalato es considerado uno de los más fructíferos para el desarrollo de la Compañía.
Toda su vida fue la de un hombre humilde que aceptaba con resignación las contrariedades que su condición de cristiano nuevo le ocasionaba.
A su fama de gran teólogo se debe el prestigio de que gozó la Compañía en temas doctrinales ante los papas y los cardenales.
Por Joaquín de la Santa Cinta, autor de «50 héroes españoles olvidados» y “50 mujeres españolas extraordinarias”
Fuente: El Correo de Pozuelo | 24/06/2023