«La mitad de la población judía mundial desde el siglo X hasta el siglo XV residía en la península ibérica»
Es posible que a estas horas en las que usted lee este artículo, me encuentre caminando tranquilamente por las callejuelas iluminadas del barrio de Jaffa en Tel Aviv, allí donde judíos y árabes conviven en equilibrio inestable. Es posible también que me encamine por el mercado de pulgas (Shuk Hapishpeshim) hacia el restaurante “The Old Man and the Sea” para comer un humus auténtico y una shakshuka, con pimentón y harissa, como Dios manda. Y lo hago, a conciencia, un día 3 de agosto, como aquel de 1492, que era el siguiente día de Tisha Ve Ab, como escribiera Don Isaac Abrabanel, en el que 300.000 soldados de Hashem fueron expulsados de Sefarad, para continuar su camino en otras latitudes, a donde les dirigiera el Todopoderoso. Se consumaba así la expulsión de los judíos de España.
“Todas las cosas son mortales excepto el judío. Todas las fuerzas pasan, pero este pueblo permanece. ¿Cuál será el secreto de su inmortalidad?” se preguntaba Mark Twain. Y no le faltaba razón porque de los pueblos antiguos, desparecieron todos (los egipcios, los babilonios, los persas, los griegos y los romanos), salvo los judíos. Por todo ello, causa perplejidad la falta de conocimiento de nuestra historia y aún la persistencia de cierto antisemitismo irracional. ¿Acaso no sabían que la mitad de la población judía mundial desde el siglo X hasta el siglo XV residía en la península ibérica? ¿Acaso desconocían que la lengua de los judíos sefardíes es el judeoespañol, ladino o djudezmo, un vestigio lingüístico más próximo a “El Quijote” de Cervantes que al español actual? ¿Acaso ignoraban que algunos niños sefardíes mantienen algunos juegos tradicionales como “El Castillo” y las familias trajinan platos típicos de la cocina española como el ‘pastel’ o ‘pastelico’, o el ‘pan de España’ o ‘pan de León’, un bizcocho que se come en Pascua?
¿Acaso ustedes saben dónde está la mezquita de la M30 en Madrid pero no saben dónde está la sinagoga de la capital?
En la actualidad, aproximadamente, solo uno de cada diez judíos es de origen sefardí, frente al noventa por ciento de judíos de origen askenazí o centroeuropeo. Hay sefardíes que viven en España, que celebran el Yom Kippur, y que no necesariamente se llaman Benarroch, Koplowitz, Varsavsky, Bassat o Andic. Otros no han podido regresar a España a pesar de la modificación legislativa que confería la nacionalidad a los que retornasen. Ellos siguen mostrando un sentimiento atávico de pérdida y añoranza de Sefarad.
Algunos acuden discretamente a la sinagoga de Madrid para cumplir con sus deberes litúrgicos. Y allí está la última paradoja, ¿acaso ustedes saben dónde está la mezquita de la M30 en Madrid pero no saben dónde está la sinagoga de la capital? Si es así, descuiden, no son los únicos. Sefarad espera.