Descubre Estella-Lizarra y su patrimonio judío.
Durante seis años las juderías de navarra permanecieron ajenas a los efectos del decreto de expulsión aplicado por las coronas de Aragón y de Castilla lo que propició que muchos judíos de ambas coronas acudieran a las aljamas navarras para pedir refugio en este tiempo.
Por sus elegantes palacios, por sus imponentes iglesias, por sus puentes románicos y sus rincones llenos de encanto Estella Lizarra la bella, la Toledo del norte ,es una encantadora ciudad. Hito en el camino de Santiago y en clave imprescindible entre la montaña y la ribera de Navarra, que gozó de su pleno esplendor en la edad media fruto de la colaboración entre judíos y cristianos.
Una ciudad de corazón comercial que llegó a constituir la tercera aljama del reino después de las de Tudela y Pamplona.
Al abrigo de los castillos de Zalatambor y de Belmeche o de Lizarrana en aquellos siglos vivió también su momento de máximo apogeo la judería de Elgacena, así se llamaba este espacio poblado por el colectivo hebreo.
Los avaros judíos que se representan en la fachada del palacio de los reyes de Navarra o los doce hebreos que soportan las ménsulas de la iglesia del Santo Sepulcro como símbolo de la nueva religión levantada sobre la vieja ley de Yahvé recuerdan todavía a esta comunidad que se instaló en la ciudad en el mismo momento de su fundación.
Una huella que se sigue con facilidad por la sorprendente iglesia de Santa María de Hus del Castillo levantada exactamente sobre la antigua sinagoga o por las bien conservadas murallas de Ordoiz que cercaban la judería nueva de Estella levantada tras el abandono de Elgacena y que llega a alcanzar incluso a célebres teólogos como Aben-Seraf vecino de la ciudad en el siglo 14 o a descendientes de conversos como fray Diego de Estella, franciscano del 16, autor de tratados fundamentales sobre ascética y mística cristianas.
Un pasado esencial que permite apreciar aún más esta localidad que como ya apuntó muy sabiamente un viajero en el siglo 11, sigue siendo ciudad de buen pan, excelente vino, mucha carne y pescado, y toda clase de felicidad.