ANTONIO JOSÉ DA SILVA (O JUDEU), SU TEATRO Y SU VIDA de Jacobo Kaufmann

Reseña con motivo de la reciente publicación del libro «Obras de Teatro de Antonio José da Silva (O Judeu)», Volumen Primero, con un prefacio y la traducción al castellano, a cargo de Jacobo Kaufmann, de las obras «Vida do Grande D.Quixote de la Mancha e do Gordo Sancho Pança» y «Esopaida o Vida de Esopo».   

    Hasta el presente nadie había traducido al castellano, ni publicado en este idioma las obras de Antonio José da Silva (O Judeu). Han transcurrido tres siglos desde el nacimiento de este insigne autor dramático portugués, y doscientos sesenta y seis años desde su muerte ignominiosa a manos de la Inquisición. Demasiado tiempo para guardar tanto silencio. Era cuestión de reparar aquello que pedía a gritos ser reparado, no para hacer justicia, ya que para ello hay una instancia superior, ni solamente para homenajear póstumamente al autor de esas mordaces y alegres comedias, sino para que lo conozcan los hispano hablantes de las generaciones actuales y futuras.
 
     Seguramente más de un director y más de un elenco teatral en España e Iberoamérica se sentirán subyugados por ellas, y tentados de llevarlas a escena, ya que se trata del más importante dramaturgo portugués del siglo XVIII. Han pasado muchos años desde que las cenizas del desdichado «Judeu» se confundieron con las turbulentas aguas del río Tajo. Persiste sin embargo una obra sólida, de excepcional valor, que corresponde preservar y divulgar.   

    Del tenebroso Palacio de los Estaus, sede otrora del Santo Oficio, no quedan rastros. El terremoto de Lisboa, acaecido el 1 de noviembre de 1755, por sus dimensiones comparable solamente con el castigo de Sodoma y Gomorra, ha dado cuenta de él, y no ha dejado piedra sobre piedra, aplastando y dando cuenta de sus temibles moradores. En su lugar han construído un teatro, el D.Maria II, sede del actual Teatro Nacional Portugués. Crimen y castigo, seguramente. Venganza, tal vez. Si así fuera, no se nos ocurre ninguna más adecuada ni más dulce.   

     Ahora es cuestión de recordar y de rescatar del olvido todo aquello que un poder siniestro se ha empeñado en ocultar. De nada les ha servido a los inquisidores su feroz censura. Aquí quedan expuestos en toda su infamia por los siglos de los siglos.                                 

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    António José da Silva (O Judeu), hijo de los cristianos nuevos João Mendes da Silva, abogado, y de doña Lourença Coutinho, nace en Rio de Janeiro el 8 de mayo de 1705 en el seno de una familia pudiente. Su abuelo paterno, el comerciante Andrés Mendes da Silva, es oriundo del Alentejo, en Portugal. Su abuela, María Henriques ha nacido en Lisboa. En sus familias hay gente de iglesia, jueces, médicos y propietarios, lo que en teoría debiera  alejar de la familia toda sospecha de profesar su judaísmo en secreto.   

     Denunciada por Catarina Soares Brandoa, la Inquisición acusa de judaizar a la madre del pequeño Antonio José, y en octubre de 1712 la lleva prisionera a Lisboa. Para no dejarla sola en este trance, su esposo decide acompañarla, llevando consigo a sus hijos Baltasar de doce años, Andrés de diez, y a Antonio José, de siete. Viajan también cinco hermanos de João Mendes, y otros parientes de ambas partes. El Santo Oficio aprovecha para acusar y apresar al cónyuge. El 9 de julio de 1713, los padres de Antonio José son condenados a pena de abjuración, cárcel, hábito penitencial (sambenito), y confisco de bienes. Recuperarán su libertad once días más tarde.   

      Los Da Silva permanecen en Lisboa. Poco después João Mendes vuelve a ejercer la abogacía, y en poco tiempo alcanza una posición económica que le permite enviar a la Universidad de Coimbra a sus hijos Baltasar y  Antonio José.   

     En agosto de 1726, el Santo Oficio vuelve a apresar a Lourença Coutinho. Al poco tiempo le seguirán sus tres hijos. Todos ellos son duramente torturados, especialmente Antonio José, de veintiún años, o sea en ese entonces menor de edad. El día 13 de octubre, después de un cruel tormento, es sentenciado a cárcel y hábito penitencial perpetuo. Recupera su libertad diez días después. Los torturadores se han ensañado con él. Le han hecho aplicar primero el suplicio del  tracto corrido, que consiste en atarle a la víctima los brazos en la espalda, pasarle debajo de los brazos una gruesa cuerda, elevarlo hacia el cielorraso por medio de una polea y hacerlo caer con violencia. En otra ocasión lo colocan sobre el potro.  Finalmente los inquisidores le quiebran los dedos de ambas manos. Como si eso fuera poco, le hacen jurar sobre los Evangelios que guardará secreto absoluto sobre lo que ha visto y experimentado en los sótanos de la Inquisición. Mas, como podrá apreciar el lector de sus comedias, O Judeu hallará el modo de informar a sus públicos de las desventuras sufridas.   

     Antonio José da Silva regresa a Coimbra para completar sus estudios de derecho civil y canónico, y comienza a trabajar en el estudio de su padre. El 16 de octubre de 1729 se libera Lourença Coutinho. Los da Silva habitan ahora junto al Patio de Comedias, en el Bairro da Mouraria. En esa época nuestro autor frecuenta asímismo el teatro que el Conde de Soure ha habilitado en el Bairro Alto.   

     En este último teatro estrena, en octubre de 1733 su primera ópera conocida, Vida do Grande Don Quixote de la Mancha e do Gordo Sancho Pança. En abril del año siguiente se representa sobre las mismas tablas su ópera Esopaida o Vida de Esopo. Al parecer trabaja en dicho teatro como director de escena y administrador. Quizás también preste su voz, entre bastidores, a los personajes de corcho y alambre. Ya en ese entonces está íntimamente ligado a las programaciones del Teatro do Bairro Alto, y se convierte en uno de sus autores más representados.   

Primera página del manuscrito de la ópera "Esopaida ou vida de Esopo", de António José da Silva, representada en el Teatro do Bairro Alto, Lisboa, en Abril de 1734

 

     En 1735 se casa con su prima Leonor María de Carvalho, ya dos veces acusada de judaizar e importunada por la Inquisición española. En algún momento, entre los años 1726 a 1735, O Judeu se hace circuncidar, una acción temeraria y lindante en la demencia.   

     En mayo de ese año Antonio José da Silva estrena en el Teatro do Bairro Alto su ópera Os Encantos de Medea. El 25 de octubre nace su hija Lourença, y en mayo de 1736 sube a escena en el teatro mencionado su ópera  Anfitrião ou Júpiter e Alcmena, seguida en noviembre de su ópera O Labirinto de Creta.   

     Durante el Carnaval de 1737 se representa, siempre en el mismo sitio, la ópera joco-seria de nuestro autor, As Guerras do Alecrim e da Mangerona, y dos meses depués suben a escena As Variedades de Proteu.   

     Ahora todo ocurre muy de prisa. En el Teatro do Bairro Alto ya están ensayando una nueva ópera de O Judeu, programada para subir a escena en enero de 1738. Se llamará Precipicio de Faetonte. Pero el 5 de octubre de 1737, el Santo Oficio apresa a Antonio José da Silva, a su mujer encinta, a su madre, a su tía, a su hermano y su cuñada, sorprendiendo a todos durante lo que les parece una celebración de Yom Kipur, el Día del Perdón de los judíos. O Judeu ni siquiera se halla presente, pero van a buscarlo lo mismo. Es evidente que le vienen echando el ojo desde un buen tiempo, porque a la Inquisición, que carece de sentido de humor, no le agradan las sátiras ni las críticas a las instituciones, por más que no se conoce ninguna que sea directa.   

     Sigue un prolongado proceso, en el que los inquisidores no consiguen en realidad probarle nada, a pesar de recurrir a espías y agentes provocadores. Pero la suerte de Antonio José da Silva está sellada de antemano. Basándose en dos deposiciones en extremo dudosas de presuntos testigos, le notifican la sentencia.   

     El 18 de octubre de 1739, Antonio José sale en Auto de Fe del temible Palacio dos Estaus, en el Rossio, en presencia del rey Joao V y de toda su corte. Se le acusa públicamente de «convicto, negativo y relapso», y luego la tétrica procesión recorre las calles principales de Lisboa, para llegar finalmente al quemadero en el Terreiro do Trigo, donde será «relajado en carne» o sea agarrotado en presencia de su madre y de su esposa, que poco antes le había dado un hijo, presumiblemente en la misma cárcel. A continuación será quemado y sus cenizas arrojadas al río Tajo.   

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    Pocos y precarios edificios teatrales hay por entonces en la capital portuguesa, a pesar de la creciente demanda popular. Hacia 1730 surge el Pátio dos Condes, también llamado Pátio do Bayrro Alto, o Casa do Divertimento Público do Bairro Alto, y finalmente Teatro do Bairro Alto. Existen indicios de que ya en 1732, por falta de una compañía portuguesa estable, y por el favor que les dispensan el pueblo y público ilustrado, se realizaran allí espectáculos de bonecos o bonifrates. Estos muñecos de leño y corcho tienen aproximadamente un metro y medio de altura, y son movidos desde el techo por medio de alambres. Tienen la ventaja de no cobrar salario y, por ser inanimados, de ser receptivos a todo texto y de atenerse a las indicaciones escénicas. Otro beneficio es que la marioneta, al igual que la máscara, contribuye a crear un cierto distanciamiento y una atmósfera casi didáctica, estimulando de este modo el índice de atención y entendimiento del público. El fantoche puede permitirse un lenguaje mucho más directo que un actor de carne y hueso.   

     A pesar de cultivar amistades de personas conocidas e influyentes, Antonio José da Silva no tiene acceso a los teatros de la corte real. Nadie se atreve a frecuentar a personas marcadas por el Santo Oficio. Su círculo de amigos es limitado, y no siempre de confianza. Sus únicos intérpretes posibles en esa época son los bonecos, para quienes escribirá con ritmo febril y en un lapso de tiempo brevísimo, ocho óperas. La denominación de óperas se debe a que en cada una de ellas el autor ha previsto y dejado claras indicaciones para que en determinados momentos hubiesen ilustraciones o acompañamientos musicales.   

     En el Teatro do Barrio Alto, donde los fantoches imitan irónicamente al género lírico, tan en boga en círculos más sofisticados, la música es seguramente muy sencilla, tal vez improvisada, con pocos instrumentos. La empresa no puede permitirse más gastos que los estrictamente necesarios. El tipo de músicos contratados para el teatro de marionetas es muy distinto a los de la corte. No se excluye que durante las representaciones cometieran más de una travesura sonora, correspondida seguramente con masivas risotadas. A la mofa de la ópera seria en el Teatro do Bairro Alto contribuyen seguramente las voces apenas canoras, a menudo lamentables, gastadas y poco afinadas de los propios manipuladores de bonecos.        

 *  *  *  *  *  *  *   

¿La Inquisición no sabía?   

     Varios investigadores afirman que los inquisidores no sabían que su tres veces prisionero es el autor de las exitosas óperas representadas en el Teatro do Bairro Alto. Llegan a esta conclusión en base a una detallada lectura de las actas de los procesos inquisitoriales, conservadas en el archivo de Torre do Tombo en Lisboa. Allí en efecto se registran todos los pormenores de sus interrogatorios, además de las resoluciones, órdenes y sentencias de los inquisidores. No se menciona en nigún sitio que Antonio José da Silva escribe comedias u óperas. La única profesión que se le atribuye es la de abogado.   

     ¿Quiere esto decir que la Inquisición, que se entera de todo, hasta de los detalles más íntimos en la vida de una persona, no está al tanto de sus actividades teatrales? ¿Faltan acaso espías y delatores, o inquisidores que en sus ratos libres, concurren abiertamente a espectáculos teatrales? ¿No saben acaso estos últimos, que en escena se han ventilado desde siempre los temas más diversos, y se pronuncian a menudo palabras comprometedoras? ¿Quién conoce el impacto de un espectáculo más que el clero, que se sirve del teatro para esgrimir moralejas e inculcar dogmas?   

     Es imposible que el Santo Oficio no estuviese enterado de la total identidad de su prisionero. Es más creíble todo lo contrario. ¿Acaso los personajes del Judeu no formulan en casi todas las comedias, aún cuando con cierto disimulo, lo que él piensa de sus opresores? ¿No llegan las exclamaciones de esos personajes al límite de revelar las desventuras sufridas por su autor en las mazmorras inquisitoriales? Algunos especialistas se apresuran en negar que haya relación entre los males padecidos por Da Silva y lo que dicen sus personajes. En apariencia parecen tener razón, pero su argumentación se me ocurre insuficiente.   

     Poco importa ahora quién está en lo cierto. Los inquisidores tienden a leer entre líneas de una manera muy particular y extraer sus propias conclusiones. No es difícil de imaginar su ira, y su decisión de poner fin a lo que ya se perfila como abierta desobediencia, en la que se vislumbran las simientes de una oposición activa. ¿No sabía el Santo Oficio cuánto pesar y cuánto tormento había ocasionado a su víctima?   

     A pesar de haberlo hecho sólo verbalmente, sabemos que el Inquisidor General, el Cardenal Nuno da Cunha Ataíde, es quien ha dado las órdenes de arresto y sigue de muy cerca el desarrollo de ambos procesos contra Antonio José da Silva. También ha ordenado su detención, y ya en 1713 ha presidido el auto de fe que condena a sus padres. Su nombre no aparece en las actas, pero su presencia, entre bastidores, es obvia. El cardenal ha encontrado a su contrincante, y no lo olvidará nunca, ya que ha destruído a toda su familia, por razones que según por lo menos un autor van más allá del celo religioso. Es más, será él mismo quien otorgue la licencia para la publicación de sus obras.   

      ¿Es ésta una simple ironía del destino, o la prueba definitiva de que el cardenal está al tanto de todo? No se trata de proscribir sus obras, sino de eliminar a su autor. No sólo físicamente, sino también su nombre. ¿Es casual el hecho que en la edición de Ameno, su nombre no figure abiertamente? ¿Es casual que Barbosa Machado no consigne las trágicas circunstancias de la muerte del dramaturgo, ni su mote de O Judeu? ¿Acaso los desconocía? ¿Y finalmente, es del todo imposible que los inquisidores hayan decidido con premeditación no incorporar a sus actas todo aquello que se refiere a la actividad teatral de su víctima? ¿Qué motivo podía tener Antonio José da Silva de ocultarla a sus interrogadores, cuya única preocupación parecería ser la de echarle en cara su inevitable pertenencia a la «nación» hebrea?   

      Por el contrario, y sabiendo que el Santo Oficio se ha abstenido en más de una ocasión de condenar a muerte a una persona famosa y conocida por todos, ésa sería posiblemente la mejor carta a jugar por el abogado especialista en derecho canónico, en su estrategia defensiva. Eso también lo saben el cardenal Nuno da Cunha Ataíde y los inquisidores, y por ello es menester eliminar todo rastro que relacione al hombre con su obra. Ya no quedan dinero ni otros bienes para confiscarle. Se opta entonces por quitarle la vida y robarle su nombre y su fama.   

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 En este volumen presentamos las dos primeras óperas conocidas de Antonio José da Silva (O Judeu), presentadas en el Teatro del Barrio Alto de Lisboa:  «Vida del Grande D.Quijote y del Gordo Sancho Panza» (1733), y «Esopaida o Vida de Esopo» (1734).  La lectura y la escenificación de las mismas, así lo esperamos, serán placenteras. Mas no dudamos que además de ello servirán para entender el dilema del hombre solitario, perteneciente a una minoría étnica, frente al poder ilimitado de un régimen opresor, y las armas que elige para enfrentarlo.   

     Que un cristiano nuevo intente exponer las fallas estructurales y conceptuales de la sociedad portuguesa en pleno siglo XVIII, velando apenas sus críticas a las autoridades, y desafíe a la omnipresencia inquisitorial, es un acto temerario y en cierta medida ingenuo, por no decir quijotesco. De cierto que no logrará oponerse solo a esa inmensa mole, y menos aún armado de lanza y espada, como el Caballero de la Triste Figura. Deberá apelar a la astucia y al humor de un Esopo, pues nada contribuye a derribar los mitos del poder constituído más que su ridiculización.   

     Las armas del Judeu serán la pluma y la tramoya. Si bien se ha comprometido a la sumisión, da Silva no olvidará jamás los sufrimientos ocasionados por éstos a su propia persona y a su familia, para imponerles una fe que decididamente no puede ser la suya. ¿Y cómo podía ser de otra manera? Quebrado físicamente en las cámaras de tortura, su espíritu se mantiene entero e intocable.   

     Su incursión al teatro puede considerarse un acto de rebeldía. Presentimos entre las líneas de sus comedias, que lejos de resignarse a vivir como un paria, o de doblegarse, se ha fortalecido en sus creencias y principios. Antonio José da Silva no perdona a nadie, ni hay motivo para que lo haga. Después de todo no se trata de poner la otra mejilla, sino de reclamar ojo por ojo y diente por diente.   

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OBRAS DE TEATRO DE ANTONIO JOSÉ DA SILVA (O JUDEU)
Volumen I: «Vida del Grande Don Quijote de la Mancha y del Gordo Sancho Panza», y «Esopaida o Vida de Esopo».  Prefacio y traducción de Jacobo Kaufmann. Libros Certeza, Zaragoza.
ISBN 84-96219-57-7, 2006. 284 páginas. 15 Euros.
Colección ANUSIM   

EL AUTOR  

    Jacobo Kaufmann nació en Buenos Aires. Goza de una prestigiosa trayectoria internacional como director de escena de teatro y óperas, escritor y traductor.
    Jacobo Kaufmann ha escrito numerosas obras de teatro, entre las que se destacan «Fábula de un Hombre y la Gente», «Banquete Feroz», «El Viaje de Lucifer», y «Carvajal, El Testamento de Joseph Lumbroso», y varios libretos de óperas. También es autor de cuentos y novelas, por ejemplo «El Hipnotizador», «El Hombre que pensaba en diagonal», «Caras Prestadas», y varias biografías de músicos. Entre éstas cabe mencionar «Jacques Offenbach en España, Italia y Portugal».
    Estudioso de temas judaicos, ha investigado en profundidad las peripecias de su pueblo frente a la Inquisición. Recientemente ha emprendido la traducción sistemática de la obra de Antonio José da Silva (O Judeu) al castellano. Actualmente escribe una biografía de su autor.  

Pedidos e información:  

LIBROS CERTEZA
C/. Parque, 41
50007 ZARAGOZA – España
Tel. (34) 976 272 907
Fax (34) 976 251 880
Correo electrónico: certeza@certeza.com  

Material publicado en la revista RAICES de Madrid.

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