Su nuevo libro documenta a más de 7.000, haciendo hincapié en Jaca, Huesca y Monzón
Álvaro López Asensio, profesor de los dos institutos de Jaca, publica el libro titulado Genealogía de los judíos de Aragón, que considera “el tratado genealógico más importante de Sefarad y Europa hasta ahora editado”. Su nueva obra documenta a 7.319 judíos de las 67 juderías existentes en Aragón entre los siglos XII y XV, a través de las que se han podido conocer 1.133 apellidos o linajes familiares diferentes.
En Jaca identifica a 444 judíos y reúne 62 apellidos o linajes entre los siglos XIV y XV, mientras que en la ciudad de Huesca contabiliza 531 judíos, que suman 204 apellidos o linajes. Además, el autor sostiene que “la judería de Monzón fue la tercera en importancia de la provincia”.
La obra recopila los nombres de mujeres y varones con su significado etimológico. Según el docente, “los judíos de Sefarad tenían la costumbre de poner al primogénito el nombre del abuelo paterno vivo y al resto de hijos se les imponía el nombre de otros familiares directos vivos, especialmente el del abuelo materno”. El mismo procedimiento se seguía con las niñas, cuyos nombres estaban vinculados al de las abuelas y demás familiares femeninos.
Los nombres de origen hebreo son los de mayor implantación entre los varones aragoneses (47 %), seguido del romance de raíz latino-romance (36 %) y, en menor medida, del árabe (11 %). El mundo griego aporta un 3 % y la influencia prerromana-vasca otro 3 %. Aunque los judíos nunca llevan nombres compuestos, sus significados sí que lo eran en muchos casos.
Por contra, los nombres de las mujeres judías de Aragón son mayoritariamente de origen latino-romance (58 %), seguido del árabe (24 %) y del hebreo de tradición bíblica (14 %). La cultura griega aporta un 4 %. “Sorprende que estos últimos sean los menos elegidos y frecuentes de toda la onomástica judía femenina”, afirmó el docente.
El apellido del varón judío permanece inalterable durante toda la vida, pero la mujer cambia el suyo por el del marido al casarse. Una mujer viuda podía utilizar cualquiera de los dos apellidos (el de soltera o el nuevo de casada). Las viudas bilbilitanas preferían seguir llevando el apellido familiar del marido, según la documentación estudiada.
Los apodos, motes o alias fueron habituales en las juderías aragonesas, siendo más frecuentes en las clases bajas. Según el autor, “estaban tan arraigados y tenían un componente tan fuerte de popularidad que algunos los sustituirán por sus propios apellidos”. Por regla general, los apellidos solían ser de carácter familiar, es decir, un mismo alias se imponía a todos los miembros del linaje familiar. Los apodos relacionados directamente con los toponímicos de procedencia sólo se aplican a personas individuales y no a sus descendientes.
Por RICARDO GRASA
Fuente: Diario del Alto Aragón | 21/11/2023
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