La calle más infame de Barcelona es…

Antonio López se lleva los palos por tener un plaza dedicada, pero Sant Domènec del Call es un homenaje a un pogromo

calle sant domenec del call
La calle de Sant Domènec del Call, antes del pogromo, de la Escola Major.

La plaza de Antonio López, “comerciante, naviero y banquero”, según el nomenclátor oficial de Barcelona, y traficante de esclavos, según el saber popular, pasa por ser el espacio público de la ciudad de nombre más infame. La conveniencia de poner fin a ese despropósito, o sea, dedicarle una plaza a un negrero, es una controversia recurrente, que, como los jesuitas y la noche, siempre retorna. Eso dice al menos un refrán. Este año no ha sido una excepción. Salió el tema de nuevo, de refilón, cuando los concejales de la CUP propusieron retirar la estatua de Colón del puerto. Una cosa llevó a la otra. En el manual político de algunos, un explorador y un negrero resulta que son lo mismo. El caso es que Antonio López, marqués de Comillas, sigue sin embargo en el callejero. Tal vez sea porque hay quien sabe que a la que se dé ese paso, el de rectificar, seguro que aparecerá algún picajoso que recuerde que el último reducto de resistencia a poner fin a la esclavitud colonial en España estaba en Catalunya, liderado por la Liga Nacional de Barcelona, a efectos prácticos casi un partido negrero, cuya esencia programática resumió en una frase el empresario y diputado catalán Josep Puig Llagostera, “sálvense las colonias y piérdanse los principios”. Como mínimo 14 calles de la ciudad están dedicados a aquellos ilustres antiabolicionistas, no por esa condición, sino por la de empresarios y ricachones de pro.

Pero resulta que, como se verá, Antonio López y sus palmeros no son el capítulo más innoble del callejero de la ciudad. Hay otro mucho peor, Sant Domènec del Call, en el que prácticamente nadie repara, salvo los judíos que actualmente gestionan lo que se supone que un día fue una de las cinco sinagogas de la ciudad medieval, en la calle de Marlet.

300 BARCELONESES MUERTOS

El 5 de agosto de 1391 tuvo lugar el más violento linchamiento de judíos ocurrido en Barcelona, un pogromo en toda regla mucho antes de que esta palabra de origen ruso fuera acuñada. Se supone que murieron unos 300 judíos. Cuando en esta ciudad se habla de judíos, lo ‘guay’ es rememorar la Disputa de Barcelona, el educado enfrentamiento intelectual que Jaume I organizó entre el talmudista Bonastruc ça Porta y el fraile Pau Cristiani. Durante un tiempo, esos debates interreligiosos fueron muy populares en Europa. El propósito era fomentar las conversiones al cristianismo, pero al menos se respetaba mínimamente la libertad de culto. Lo que no gusta, como es obvio, es presumir de antisemitismo, pero en el fondo eso es lo que hace la placa de la calle de Sant Domènec del Call. El asalto y la degollina tuvieron lugar el día de Sant Domènec. De ahí le viene el nombre a la calle. Un homenaje muy infame.

Antes de aquel día, lo que hoy son Marlet y Sant Domènec del Call eran las calles de la Escola Major y de las Carnisseries, ‘kosher’, por supuesto. Josep Prats, presidente de la Associació Call de Barcelona, cree que sería todo un detalle corregir esta anomalía. Es pesimista. No cree que llegue a verlo. Sería una satisfacción parcial, como mínimo, que el nomenclátor corrigiera lo que dice sobre esta cuestión. De entrada, la fecha del pogromo está equivocada. Pero lo peor es el modo zafio en el que disimula lo ocurrido. “En recuerdo del primer convento de frailes predicadores que Sant Domènec estableció no muy lejos del lugar en su visita a Barcelona en el año 1291. Llamada, antes de la Sinagoga Mayor, está situada en el antiguo barrio judío de Barcelona, el call. Entrado a pillaje y saqueo el 5 de agosto de 1390 y expulsados los judíos que allí vivían, la calle tomó su nuevo nombre”. Pasa de puntillas, pues, por el hecho de que tan a gusto se quedaron los cristianos con la carnicería que llevaron a cabo que le pusieron el santo del día a la calle ‘conquistada’.

Solo algunos guías turísticos, los oficiales, relatan con rigor lo ocurrido. Los piratas tiene tendencia al olvido o, peor aún, a la fabulación, como destacar (oído junto a la sinagoga) que cada año, cuando nieva en la ciudad (!) los barceloneses recuerdan los suplicio de Santa Eulàlia, personaje más de ficción que real y que tiene una calle dedicada unos metros más allá.

Recuerdan ‘El exorcista’? El detective William Kinderman atosiga al padre Karras para que le ayude a resolver el caso que tiene entre manos. “¿Sabe quién creo que lo hizo? Los dominicos, vaya a por ellos”. En el nomenclátor barcelonés podría decirse eso, que el padre Karras desconfiaba de los dominicos y la falta de acierto sería del mismo calibre.

Por Carles Cols

Fuente: El Periódico de Barcelona

MIÉRCOLES, 21 DE DICIEMBRE DEL 2016 – 13:46 CET

 

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